RPG Hogwarts. William/Mattesa. Pr0n. #19
Aug. 10th, 2011 01:31 am![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Tema: 19# Obediencia
Pareja: William Odergand/Mattesa Oxford
Rating: R.
Palabras: 500
Tabla: Pr0n
Notas:... raro, duh.
Cuando se arrodilla a los pies de la cama, con la vista fija en la mirada felina de Mattesa, sabe que es completamente suyo. Con manos temblorosas, aún de niño, va subiendo el vestido y rozando la piel de los muslos demasiado blandos y deliciosamente tibios, atento a la sonrisa que ella le regala, mientras siente la mano acariciar entre sus cabellos, bajando hasta sus mejillas, prodigándole caricias que llevaba años sin tener.
- Despacio.- Escucha el susurro y él asiente, descansando en ella, en sus manos y en su cuerpo entero que se le ofrece, como un regalo envuelto en telas que él destrozaría si fuese necesario.- William, mi pequeño, despacio.
Parece que es todo ella. Que todo es ella y que su propósito, el único, es hacerla estremecer como lo hace, ahora que ha rasgado las bragas y se abre paso entre sus piernas, rozando con sus dedos para escucharla aspirar profundo y notar el respirar agitado en el pecho descubierto. Parece. Y la besa profundo y muerde en su vientre y lame en sus muslos, con la actitud sumisa de un vasallo ejemplar, sin cuestionamientos, obedeciendo a la orden de su ama y señora.
No es ni la primera vez ni la segunda que está ahí, sobre su propia cama de niño, en la que aún se revuelven sábanas de estampados infantiles que su padre le ha comprado, olvidándose de su edad y de su madurez.
Cual animal amaestrado, prepara con sabor a rutina el resto del rito sagrado, dentro y fuera, deslizando sus dedos humedecidos dentro de ella, dejando que su mirada –de él, de ella- se vuelva vidriosa y se humedezca, nublada por el velo de esa sensación embriagante a la cual rinden pleitesía.
No es tampoco la tercera o la cuarta que aprovecha esa soledad perpetua para robarle unos minutos de vida a Mattesa, para llenar los propios. Egoístamente, la utiliza, la usa, cual mero objeto de satisfacción, cual medio cualquiera para conseguir, para rendir tributo a ese ente más grande.
Dentro de ella, se desliza apreciando su estrechez, que le apresa haciéndole temblar ligeramente, rendido a la necesidad que le rasguña desde el pecho como animal enjaulado, aplacándola por medio de la descarga eléctrica que el placer le dispara a su cuerpo, una, otra, otra vez. William puede la conciencia en su vaivén de sensaciones y se olvida de sí mismo.
Quizá la quinta, la sexta. Ya no lo sabe.
- William… - Y ella parece decir ‘te quiero’ cuando encaja sus uñas, marcándole suyo, maltratándole como sólo se maltrata a las cosas que son de uno.
No es su obediencia para ella.
- Más…- Y él, dócil, esclavizado, obedece, con los ojos cerrados, con su piel en carne vida y el corazón en la mano.
No es siquiera para él mismo.
Es a la esperanza inútil y a las promesas vanas, es al deseo oculto y al miedo a seguir aún solo. William sólo obedece a la necesidad ferviente de sentirse amado.
Pareja: William Odergand/Mattesa Oxford
Rating: R.
Palabras: 500
Tabla: Pr0n
Notas:... raro, duh.
Cuando se arrodilla a los pies de la cama, con la vista fija en la mirada felina de Mattesa, sabe que es completamente suyo. Con manos temblorosas, aún de niño, va subiendo el vestido y rozando la piel de los muslos demasiado blandos y deliciosamente tibios, atento a la sonrisa que ella le regala, mientras siente la mano acariciar entre sus cabellos, bajando hasta sus mejillas, prodigándole caricias que llevaba años sin tener.
- Despacio.- Escucha el susurro y él asiente, descansando en ella, en sus manos y en su cuerpo entero que se le ofrece, como un regalo envuelto en telas que él destrozaría si fuese necesario.- William, mi pequeño, despacio.
Parece que es todo ella. Que todo es ella y que su propósito, el único, es hacerla estremecer como lo hace, ahora que ha rasgado las bragas y se abre paso entre sus piernas, rozando con sus dedos para escucharla aspirar profundo y notar el respirar agitado en el pecho descubierto. Parece. Y la besa profundo y muerde en su vientre y lame en sus muslos, con la actitud sumisa de un vasallo ejemplar, sin cuestionamientos, obedeciendo a la orden de su ama y señora.
No es ni la primera vez ni la segunda que está ahí, sobre su propia cama de niño, en la que aún se revuelven sábanas de estampados infantiles que su padre le ha comprado, olvidándose de su edad y de su madurez.
Cual animal amaestrado, prepara con sabor a rutina el resto del rito sagrado, dentro y fuera, deslizando sus dedos humedecidos dentro de ella, dejando que su mirada –de él, de ella- se vuelva vidriosa y se humedezca, nublada por el velo de esa sensación embriagante a la cual rinden pleitesía.
No es tampoco la tercera o la cuarta que aprovecha esa soledad perpetua para robarle unos minutos de vida a Mattesa, para llenar los propios. Egoístamente, la utiliza, la usa, cual mero objeto de satisfacción, cual medio cualquiera para conseguir, para rendir tributo a ese ente más grande.
Dentro de ella, se desliza apreciando su estrechez, que le apresa haciéndole temblar ligeramente, rendido a la necesidad que le rasguña desde el pecho como animal enjaulado, aplacándola por medio de la descarga eléctrica que el placer le dispara a su cuerpo, una, otra, otra vez. William puede la conciencia en su vaivén de sensaciones y se olvida de sí mismo.
Quizá la quinta, la sexta. Ya no lo sabe.
- William… - Y ella parece decir ‘te quiero’ cuando encaja sus uñas, marcándole suyo, maltratándole como sólo se maltrata a las cosas que son de uno.
No es su obediencia para ella.
- Más…- Y él, dócil, esclavizado, obedece, con los ojos cerrados, con su piel en carne vida y el corazón en la mano.
No es siquiera para él mismo.
Es a la esperanza inútil y a las promesas vanas, es al deseo oculto y al miedo a seguir aún solo. William sólo obedece a la necesidad ferviente de sentirse amado.