Castillo de sueños. Provocación
Aug. 10th, 2011 05:10 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Título: Provocación
Fandom: Castillo de sueños
Pareja: Kyle/Newes... o algo así. Más bien, Byaness/Newes, sí, eso.
Advertencias: Pues... shonen ai, incest. Nada más, supongo.
Odia que le sermoneen, que le hablen de aquella manera, altiva, como si tuvieran algún poder sobre él. Como si siguiera siendo el mismo muñequito manipulable de antes, como si fuera a obedecerles. No escucha las palabras y mantiene la mirada firme en los ojos carmesíes, humedeciéndose los labios de tanto en tanto, su cuerpo demostrando un lenguaje corporal despreocupado.
- Ya cállate.
Su hermano frunce el ceño y aprieta los labios, endureciendo el semblante un instante antes de recuperar compostura y continuar el teatrito. ¿Ahora por qué? A Kyle ni siquiera le interesa, porque sabe que ha hecho muchas cosas 'malas' y que ha estado abusando de su poder. Porque jugar con los hilos de la vida puede resultar... fascinante.
No ha matado por matar, pero no ha perdido oportunidad para divertirse. Últimos momentos, adora saber que lo último que sus condenados verán será su sonrisa hueca y su mirada derrochando placer, a niveles orgásmicos. Le han torturado, le han humillado, ¿por qué no iba a hacer él lo mismo?
- Vete a la mierda, Newes. - Suelta en algún momento y lo siguiente que entiende es que ha recibido un puñetazo en todo su lado izquierdo. No se inmuta, no grita, no llora y tampoco demuestra que le duele, porque es dolor físico y no significa nada.
- ¿Te hice enojar, hermano? - Murmura con un siseo, girando un poco el rostro para verlo, acercándose un par de pasos que el castaño retrocede de inmediato. Mantiene la mirada y sonríe, se regocija y lo disfruta. Newes le tiene miedo, puede sentirlo y eso es lo más delicioso que ha probado en su vida.
- Tú no eres mi hermano
Las palabras del chico le hacen reír y no logra esconderlo, por más que lo intente. Es estúpido, es extraño, es insano, pero le causa gracia, porque nunca pensó que Kotaro Odergand fuese un tipo tan iluso y tan infantil. Y más divertido le parece el hecho de que las manos de Newes se cierren en sus hombros antes de estrellarlo contra la puerta.
- Hazlo... - Se inclina al frente, sube sus manos y acaricia el rostro del castaño con suavidad, una caricia demasiado fingida. - Hazlo, cobarde - Susurra, alzándose de puntillas para poder rozar con sus labios los del mayor. No es apartado. - Hazlo.
- Suplícalo.
- Púdrete. - Le escupe las palabras en la cara y las vuelve a decir contra sus labios que se sienten demasiado calientes y suaves y que además saben amargo. Necesita besarlo, un beso violento, necesitado, que reclama por atención, pero se abstiene no porque no quiera hacerlo, sino porque en ese momento su hermano le ha soltado, retrocediendo sin apartar la vista.
Su niñez le parece lejana y eso que físicamente aún puede considerarse un niño. Poco menos de quince años y ha vivido más de lo que debería y sabe más de los temas que deberían serle tabú. Mira a Newes y le parece estúpido que alguna vez le halla tenido miedo y que en algún momento sintiera por él algo parecido al cariño. Parece tan absurdo.
- Estás enfermo – Masculla el castaño, con una sonrisa que fluctúa entre la lástima y el desdén. Kyle alza una ceja, mantiene la sonrisa y vuelve a lamerse los labios, porque queda en ellos el sabor de lo prohibido que le recuerda a otra persona. No dice nada y deja que el silencio se apodere del lugar, extendiéndose pesado e incómodo. No hay nada que decir.
Se muerde los labios cuando el otro se dirige a la salida y escucha como amplificado el sonido de la perilla al girarse. De pronto quiere detenerlo, porque no quiere rendirse y necesita verlo humillado, en su cama, jadeando y suplicando de la manera en que él lo hizo alguna vez. Pero aún hay algo, un trozo pequeño de su moralidad rota y le impide detenerlo. La puerta se cierra tras su salida y todo está demasiado oscuro y caliente y el aire se ha vuelto barro y no le deja respirar.
No sabe cuanto tiempo pasa, de píe, sin despegar la vista de la puerta, sin mover un músculo, sin atreverse a salir de sus pensamientos; antes de agachar la vista derrotado.
- Perra cobarde.
Y no sabe a quién lo dice, ni le interesa saberlo.
Fandom: Castillo de sueños
Pareja: Kyle/Newes... o algo así. Más bien, Byaness/Newes, sí, eso.
Advertencias: Pues... shonen ai, incest. Nada más, supongo.
Provocación
Odia que le sermoneen, que le hablen de aquella manera, altiva, como si tuvieran algún poder sobre él. Como si siguiera siendo el mismo muñequito manipulable de antes, como si fuera a obedecerles. No escucha las palabras y mantiene la mirada firme en los ojos carmesíes, humedeciéndose los labios de tanto en tanto, su cuerpo demostrando un lenguaje corporal despreocupado.
- Ya cállate.
Su hermano frunce el ceño y aprieta los labios, endureciendo el semblante un instante antes de recuperar compostura y continuar el teatrito. ¿Ahora por qué? A Kyle ni siquiera le interesa, porque sabe que ha hecho muchas cosas 'malas' y que ha estado abusando de su poder. Porque jugar con los hilos de la vida puede resultar... fascinante.
No ha matado por matar, pero no ha perdido oportunidad para divertirse. Últimos momentos, adora saber que lo último que sus condenados verán será su sonrisa hueca y su mirada derrochando placer, a niveles orgásmicos. Le han torturado, le han humillado, ¿por qué no iba a hacer él lo mismo?
- Vete a la mierda, Newes. - Suelta en algún momento y lo siguiente que entiende es que ha recibido un puñetazo en todo su lado izquierdo. No se inmuta, no grita, no llora y tampoco demuestra que le duele, porque es dolor físico y no significa nada.
- ¿Te hice enojar, hermano? - Murmura con un siseo, girando un poco el rostro para verlo, acercándose un par de pasos que el castaño retrocede de inmediato. Mantiene la mirada y sonríe, se regocija y lo disfruta. Newes le tiene miedo, puede sentirlo y eso es lo más delicioso que ha probado en su vida.
- Tú no eres mi hermano
Las palabras del chico le hacen reír y no logra esconderlo, por más que lo intente. Es estúpido, es extraño, es insano, pero le causa gracia, porque nunca pensó que Kotaro Odergand fuese un tipo tan iluso y tan infantil. Y más divertido le parece el hecho de que las manos de Newes se cierren en sus hombros antes de estrellarlo contra la puerta.
- Hazlo... - Se inclina al frente, sube sus manos y acaricia el rostro del castaño con suavidad, una caricia demasiado fingida. - Hazlo, cobarde - Susurra, alzándose de puntillas para poder rozar con sus labios los del mayor. No es apartado. - Hazlo.
- Suplícalo.
- Púdrete. - Le escupe las palabras en la cara y las vuelve a decir contra sus labios que se sienten demasiado calientes y suaves y que además saben amargo. Necesita besarlo, un beso violento, necesitado, que reclama por atención, pero se abstiene no porque no quiera hacerlo, sino porque en ese momento su hermano le ha soltado, retrocediendo sin apartar la vista.
Su niñez le parece lejana y eso que físicamente aún puede considerarse un niño. Poco menos de quince años y ha vivido más de lo que debería y sabe más de los temas que deberían serle tabú. Mira a Newes y le parece estúpido que alguna vez le halla tenido miedo y que en algún momento sintiera por él algo parecido al cariño. Parece tan absurdo.
- Estás enfermo – Masculla el castaño, con una sonrisa que fluctúa entre la lástima y el desdén. Kyle alza una ceja, mantiene la sonrisa y vuelve a lamerse los labios, porque queda en ellos el sabor de lo prohibido que le recuerda a otra persona. No dice nada y deja que el silencio se apodere del lugar, extendiéndose pesado e incómodo. No hay nada que decir.
Se muerde los labios cuando el otro se dirige a la salida y escucha como amplificado el sonido de la perilla al girarse. De pronto quiere detenerlo, porque no quiere rendirse y necesita verlo humillado, en su cama, jadeando y suplicando de la manera en que él lo hizo alguna vez. Pero aún hay algo, un trozo pequeño de su moralidad rota y le impide detenerlo. La puerta se cierra tras su salida y todo está demasiado oscuro y caliente y el aire se ha vuelto barro y no le deja respirar.
No sabe cuanto tiempo pasa, de píe, sin despegar la vista de la puerta, sin mover un músculo, sin atreverse a salir de sus pensamientos; antes de agachar la vista derrotado.
- Perra cobarde.
Y no sabe a quién lo dice, ni le interesa saberlo.