Dies Irae. Richard Eysenck. Tabla Media. #2
Claim: Richard Eysenck
Tabla: Media
Prompt: 02.- Seducir
Advertencias: Ninguna~
- Buenas tardes, señorito.- Richard frunce el ceño al escuchar la voz que le golpea en cuanto cruza la puerta en la barda que rodea a la escuela. Ni siquiera se digna a girar el rostro, pues sabe lo que verá.
Dennis, con su cabello castaño un poco largo y demasiado desarreglado; con algunas ropas de esas de moda entre los chicos de su edad, y por el aroma que Richard logra percibir, fumando un cigarrillo que por suerte es sólo eso, sin cosas extrañas que a Richard le ha tocado oler también.
- ¿A qué has venido?
Richard no puede decir que le odia, porque no lo conoce, pero puede decir que no le agrada lo poco de él que conoce. Lo considera mala influencia, un vil ladronzuelo que está arrastrando a William dentro del mundo de porquería de los barrios bajos, del crimen y de quién sabe qué otras cosas iguales de corruptas y repudiables.
- Por William. – Hay una pausa que Richard traduce como una calada al cigarrillo y luego se escucha el sonido de pasos aproximándose. - ¿También le esperas?
- Yo me iba a casa.
Lo siguiente son los brazos del joven Swithin demasiado cerca, el uno rodeando sus hombros sin dificultad, porque Richard es desgraciadamente bastante más bajo y el otro brazo extiende la cajetilla de cigarrillos hacia él, ofreciéndole.
- No seas amargado, Richy.- Se ríe Dennis, sin soltarlo, aún cuando siente la tensión en el cuerpo entero del rubio que no hace intento por apartarle.- Vamos, quédate a esperarlo conmigo.
Le sería fácil decir que no y tiene razones para hacerlo. Porque no le agrada Dennis, porque tiene cosas que hacer en casa, porque el aroma a cigarrillo se impregnará en sus ropas y Heike le mirará con molestia cuando cruce frente a ella en el camino a su habitación. No hay nada a favor, pero aún así, asiente, apartando con tranquilidad los brazos que le rodean, con casi indiferencia y se acerca hasta el muro de piedra, recargándose, con la vista al frente, como si fuese mentira que esperara a alguien del interior.
- No lo entiendo.- Musita entonces y Dennis ya está a su lado, recargado también en el muro, con el brazo arrastrando al otro hacia abajo, obligándole a sentarse a su lado.
- ¿Qué no entiendes?
- Qué es lo que ve Odergand en ustedes.
No es mentira que no lo entienda, pero mentiría si dijese que desconoce por completo qué es lo que orilla a William a acercarse y pasar el rato con aquel pintoresco grupo de pandilleros. Porque entiende que la poca educación y la falta de modales de aquella chica llamada Fay es algo que ambos no ven muy seguido y que la libertad que se respira con aquel grupo es algo que le ahoga incluso a él. Que se le contagia muy despacio y se va metiendo debajo de sus pieles, como queriendo llegar a su corazón. O a su cerebro y así darle el empujón que necesita para tomar la decisión y deshacerse de las cadenas con las que su padre le ha apresado.
Y Dennis sólo se ríe, recargando con toda confianza su cuerpo en el del otro, aplastándole casi y Richard le siente demasiado cálido y demasiado suave también, con su aroma tranquilizante a tabaco quemado y a algún chicle de menta que no funcionó muy bien.
Porque a él le seduce también la idea de dejarlo todo atrás por algunos minutos y, como William, olvidar sus orígenes y despreocuparse de su futuro. Disfrutar de la vida, de la idea de una moral no tan rígida y de ser él mismo, bueno, malo o como fuese. La sonrisa de Dennis le susurra “sé libre con nosotros” y el cigarrillo que le ofrece, nuevamente, es una promesa de algo más, de una vida distinta. Es la llave para abrirse a sí mismo. Dennis –William- es la llave a su verdadero ser.
Pero Richard no cae en la seducción, porque teme a las consecuencias. Porque ser él es un pecado y su infierno, que está dentro de él, no debe ser liberado.
- Mejor me voy… - Susurra, despacio, apartándose sin ánimos y, como presintiendo que aquella es la resolución final, Dennis se lo permite, observándole levantarse, casi pesadamente.
- William tiene razón… - Murmura y Richard se detiene, con la mochila al hombro, pero sin mirarle, porque sabe que en los ojos de ese chico no encontrará sino la misma lástima que percibe en las de todos los demás. – Atrapado…
Y si Dennis dice algo más, él no lo escucha, avanzando con rapidez, alejándose de ahí, alejándose de “él” para no volver jamás.
No sabe si la próxima vez resistirá.
Tabla: Media
Prompt: 02.- Seducir
Advertencias: Ninguna~
- Buenas tardes, señorito.- Richard frunce el ceño al escuchar la voz que le golpea en cuanto cruza la puerta en la barda que rodea a la escuela. Ni siquiera se digna a girar el rostro, pues sabe lo que verá.
Dennis, con su cabello castaño un poco largo y demasiado desarreglado; con algunas ropas de esas de moda entre los chicos de su edad, y por el aroma que Richard logra percibir, fumando un cigarrillo que por suerte es sólo eso, sin cosas extrañas que a Richard le ha tocado oler también.
- ¿A qué has venido?
Richard no puede decir que le odia, porque no lo conoce, pero puede decir que no le agrada lo poco de él que conoce. Lo considera mala influencia, un vil ladronzuelo que está arrastrando a William dentro del mundo de porquería de los barrios bajos, del crimen y de quién sabe qué otras cosas iguales de corruptas y repudiables.
- Por William. – Hay una pausa que Richard traduce como una calada al cigarrillo y luego se escucha el sonido de pasos aproximándose. - ¿También le esperas?
- Yo me iba a casa.
Lo siguiente son los brazos del joven Swithin demasiado cerca, el uno rodeando sus hombros sin dificultad, porque Richard es desgraciadamente bastante más bajo y el otro brazo extiende la cajetilla de cigarrillos hacia él, ofreciéndole.
- No seas amargado, Richy.- Se ríe Dennis, sin soltarlo, aún cuando siente la tensión en el cuerpo entero del rubio que no hace intento por apartarle.- Vamos, quédate a esperarlo conmigo.
Le sería fácil decir que no y tiene razones para hacerlo. Porque no le agrada Dennis, porque tiene cosas que hacer en casa, porque el aroma a cigarrillo se impregnará en sus ropas y Heike le mirará con molestia cuando cruce frente a ella en el camino a su habitación. No hay nada a favor, pero aún así, asiente, apartando con tranquilidad los brazos que le rodean, con casi indiferencia y se acerca hasta el muro de piedra, recargándose, con la vista al frente, como si fuese mentira que esperara a alguien del interior.
- No lo entiendo.- Musita entonces y Dennis ya está a su lado, recargado también en el muro, con el brazo arrastrando al otro hacia abajo, obligándole a sentarse a su lado.
- ¿Qué no entiendes?
- Qué es lo que ve Odergand en ustedes.
No es mentira que no lo entienda, pero mentiría si dijese que desconoce por completo qué es lo que orilla a William a acercarse y pasar el rato con aquel pintoresco grupo de pandilleros. Porque entiende que la poca educación y la falta de modales de aquella chica llamada Fay es algo que ambos no ven muy seguido y que la libertad que se respira con aquel grupo es algo que le ahoga incluso a él. Que se le contagia muy despacio y se va metiendo debajo de sus pieles, como queriendo llegar a su corazón. O a su cerebro y así darle el empujón que necesita para tomar la decisión y deshacerse de las cadenas con las que su padre le ha apresado.
Y Dennis sólo se ríe, recargando con toda confianza su cuerpo en el del otro, aplastándole casi y Richard le siente demasiado cálido y demasiado suave también, con su aroma tranquilizante a tabaco quemado y a algún chicle de menta que no funcionó muy bien.
Porque a él le seduce también la idea de dejarlo todo atrás por algunos minutos y, como William, olvidar sus orígenes y despreocuparse de su futuro. Disfrutar de la vida, de la idea de una moral no tan rígida y de ser él mismo, bueno, malo o como fuese. La sonrisa de Dennis le susurra “sé libre con nosotros” y el cigarrillo que le ofrece, nuevamente, es una promesa de algo más, de una vida distinta. Es la llave para abrirse a sí mismo. Dennis –William- es la llave a su verdadero ser.
Pero Richard no cae en la seducción, porque teme a las consecuencias. Porque ser él es un pecado y su infierno, que está dentro de él, no debe ser liberado.
- Mejor me voy… - Susurra, despacio, apartándose sin ánimos y, como presintiendo que aquella es la resolución final, Dennis se lo permite, observándole levantarse, casi pesadamente.
- William tiene razón… - Murmura y Richard se detiene, con la mochila al hombro, pero sin mirarle, porque sabe que en los ojos de ese chico no encontrará sino la misma lástima que percibe en las de todos los demás. – Atrapado…
Y si Dennis dice algo más, él no lo escucha, avanzando con rapidez, alejándose de ahí, alejándose de “él” para no volver jamás.
No sabe si la próxima vez resistirá.