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Tema: 22# Tercer Error
Autor:
lia_kon_neia
Personaje: Kyle Makepeace, Yukiy Eysenck, Aine Newbury
Rating: NC-17, por escenas un poco subidas de tono, don't worry, nada demasiado explícito
Tabla: Inteligencia emocional.
Advertencias: A ver, slash, es decir, relaciones hombreXhombre. Err, creo que nada más, eso.
Notas del autor: Vale, esto ocurre en la historia del RPG, actualmente la trama que se ha formado. William ha sido err, ha caido, como quien dice e investigaciones y eso, cárcel y eso. En la misma línea que este fic de Dev.
Me salió más largo de lo que imaginé, tal vez bastante poco entendible, pero es básicamente el cómo se ha tomado Ky lo anterior y la relación con Yukiy que se desarrolla (joder, que tienen imán esos dos y se descontrolan los idiotas). Ah, y Kyle es un cretino, que se sepa. Ejem, no sé qué más decir, aunque bastantes aclaraciones aún quedan en el aire.
Tercer Error
Hace un poco de calor. La humedad hace que el calor sea molesto, que su piel se vuelva pegajosa y que tenga que bañarse varias veces al día. Y aún lo odia, verse en el espejo, alcanzar a ver la maldita cicatriz que lleva en su espalda, que le marca como el muñeco que es. Pero llueve. Y la lluvia es buena, es tranquila.
A veces, piensa un poco en él mismo, en su situación actual y en cómo es que Loren le ha dejado regresar al colegio después de todo lo que ha pasado. Para distraerse, para mantenerle alejado del dolor. Es un poco ingenua. Quizá sólo lo quiere lejos y no la culpa. Otras veces, piensa en los culpables –los que él denomina culpables – y siente que no soportará mucho más antes de quebrarse.
No habla con ellos. No quiere hacerlo.
Le han traicionado.
La demanda sigue su curso y ahora William se ha ido, lo han alejado. Por culpa de Sei. Es culpa de Sei, de Yukiy, del imbecil de Nicholas, de la odiosa de Glaswol, de Marshall. Es su culpa, de todos y no quiere hablar.
No sabe qué decir.
Me traicionaste. Duele. Entiendo. Perdón. Te odio. Púdrete. Creí que eras mi amigo. No importa. Lo siento. Comprendo.
Una parte de él hierve de rabia, ignora al resto y quiere matarles, quiere matarles, ir con William, fugarse juntos. Joder, quiere acostarse con él, quiere marcarlo, quiere demostrar que no les van a separar. Es parte enferma y tiene nombre, nombre que no va a pronunciar. Es fuerte, le domina y le obliga a no mirarles cuando se los encuentra en el pasillo. Le hace indignarse, odiarlos e ignorar que ellos también sufren.
La otra quiere llorar, fuerte, muy alto, decir que duele y aferrarse a Sei, como antes, con la confianza que le tenía –que aún le tiene- y decirle que está bien, que duele, pero que le perdonará, porque es su amigo y comprende que era algo que debía hacerse. Que le ha salvado, que le agradece. Que lo ama, porque es amor, porque es cariño, fuerte, que desgarra y que le perdona. Porque es su amigo. Su amigo.
Y al final no hace nada.
Tampoco lo hace cuando siente que alguien se sienta a su lado, empapándose también, en silencio. La presencia es tan conocida. Sólo entrecierra los ojos e ignora a su voz interior que grita cuando le mira de reojo y es cabello dorado, ojos verdes un poco tristes y esa piel pálida. El cachorro, Yukiy Eysenck.
Mantiene la mirada al frente y evita hablar, evita sentir, pero no puede.
Cuánto le odia.
***
Permanecen sentados en el pasto hasta que la lluvia acaba y Kyle se ríe por dentro, con burla, con frases cortantes que no dice, cada vez que ese estúpido rubio se estremece por algún trueno a la distancia. Es estúpido, es una fobia y dios, cómo le alegra que así sea y que el imbecil ese sienta desasosiego de vez en cuando.
- Makepeace...
Yukiy es quien rompe el silencio. Y el silencio le responde, porque Kyle no dice nada, permanece en su rincón oscuro, mirada perdida en la nada y los brazos alrededor de sus rodillas. Realmente le odia.
- Kyle, yo...
- Cállate.
Las palabras salen frías, son cortantes y no le importa herir. Quiere hacerlo, necesita hacerlo. No ha hablado con Integra al respecto. Se abraza a ella cuando la ve, se pierde en sus brazos, en las caricias sobre su cabello y se siente un gatito indefenso, perdido y necesitado. Pero se repite que la ama y la ama y la ama demasiado. ¿Demasiado? Ya no lo sabe, a veces duda. No sabe lo que es amor.
- Sólo quiero decir...
- No.
Se levanta, despacio, músculos agarrotados y el calor que se ha ido le ha dejado un sabor salado en los labios cuando los lame y se limpia el rostro.
Tienes que huir. Destrózalo.
- No puedes ignorarnos toda la vida, Kyle.
No lo escucha. Pretende no hacerlo
- No puedes.
- Puedo intentarlo.
A Kyle le cuesta decirlo, explicarlo, entenderlo. Es necio, es un niño, es un berrinche, pero no quiere creerlo. Los ojos verdes se clavan en los suyos y pese a todo, hace como si no le importara, como si el color no influyera, como si no fuese real.
- Escúchame. Puedes ignorarme a mí...
Es lo que hago. Es lo que hacemos.
- No soy nada tuyo...
Por suerte. Cállate. Ya quisieras. Púdrete imbecil.
- Pero por favor... deja de ignorar a Sei.
***
Camina por los terrenos, escapa, huye, a prisa, sin rumbo. Es lo usual, se repite, es lo normal que Yukiy siempre haga eso. Que diga algo y le destroce, que con una maldita palabra le derrumbe. Es normal, es muy normal, demasiado normal y aún así no deja de ser nuevo, doloroso, como si cada vez tocara una fibra diferente, una herida nueva. Kyle huye, porque no puede afrontar la verdad.
- ¡Kyle!
Es un grito fuerte tras él, no se detiene y no puede hacerlo. Forcejea cuando Eysenck le toma del brazo y hala, con fuerza y firmeza y es el Yukiy que conoció en su sala común. Es el Yukiy que le ha besado, le ha hecho llorar y le ha hecho sentir como basura, escoria, el muñeco que es.
- ¡Suéltame!
No, no está armando una escenita.
- ¡No puedes escapar!
- ¡Vete a la mierda, Yukiy Eysenck, hijoputa!
Vale, lo está haciendo.
En circunstancias normales, no importaría. No importaría que Yukiy le mirara de esa forma, entre molesta y herida, entre la lástima y la comprensión. No importaría que la mano sobre su muñeca dejara aquella marca roja ni que sienta los labios amoratados por el creciente frío al correr con la ropa mojada. No importaría, pero ahora lo hace y no sabe exactamente por qué.
Se suelta, retrocede, choca con la puta raíz saliente de un árbol igual de estúpido y cae. Porque caer está de moda, es su marca y aunque ese no es el momento, escucha la voz de su hermano burlándose en su interior. Junto con la propia que no sale.
- Kyle... – Es una súplica, es voz lánguida que muere en la garganta, se hace pequeña y se desvanece. Y todo eso, a él no debería importarle, porque le odia.
- Vete.
- Por favor...
- ¡Qué te vayas!
La lluvia vuelve a iniciarse, tranquila, serena, sin ruidos, sin daños, mojándole cuando aprieta los puños en la hierba y arranca con fuerza las briznas. No se atreve a mirarle.
- ¿Qué tengo que hacer para que me escuches?
Es silencio, es una respuesta que se pierde entre sus labios y no sale, que ahoga y se traga porque no puede decirla. Está enfermo, está mal.
Devuélvemelo, Yukiy, devuélvemelo, por favor...
***
No intenta escapar otra vez, mientras caminan por el interior del castillo. Se siente custodiado, vigilado, como si fuese un criminal, alguien de cuidado. Quizá lo sea, porque su voz insiste en destrozar a Yukiy hasta que no quede nada, ir tras Sei y hacer lo mismo. Como si eso pudiese solucionar algo, algo que, en realidad, no tiene ya remedio.
- Seichii está deprimido, Kyle. Él necesita que le perdones.
- No importa, que se joda.
Es lo único que dice, la única respuesta a todo comentario que hace el rubio para hacerle sentir culpable, para provocar que regrese con Sei, que le hable. Que le perdone. Y se lo merece, el perdón, lo sabe, porque Seichii es... Seichii. Y vale, le tiene idealizado, pero su orgullo –puto orgullo Odergand- le obliga a odiarle. O no odiarle. Sentir rencor, sentirse herido.
- No estás siendo razonable. Verdaderamente te necesita. Más que yo.
- Debieron pensarlo antes de mandar mi vida al caño.
Y no menciona que eso había pasado mucho tiempo antes, cuando cometió su primer error, cuando dejó que su maldita curiosidad infantil le guiara entre pasillos, siguiendo aquel juguete tonto. No menciona que él decidió creer por si mismo en las palabras de William, en sus promesas vacías. Que él siempre lo supo, que estaba haciendo de su vida un asco, que algún día eso tendría que cambiar. No lo menciona, porque es más fácil decir las cosas como no son.
- Queríamos ayudarte.
- Pues gracias.
Yukiy parece derrotado, perdido, un poco lastimado y eso es satisfactorio. Siente el casi irrefrenable deseo de arrojarlo de las escaleras mientras suben, que se rompa el cuello, decir que ha sido sólo un accidente.
- Kyle...
Le molesta que diga su nombre y sigue sin mirarle cuando cruzan la sala común, rumbo a las habitaciones. Yukiy menciona algo sobre hablar, conversaciones urgentes, explicaciones y a él le suenan a excusas tontas para colarse en su habitación. Y maldita sea, lo logra y entra. Maldice que su compañero no esté, que todo esté tan silencioso y que Yukiy se tome la confianza de sentarse en la cama.
***
Lo demás sucede demasiado rápido.
No se besan, se devoran, son mordidas en sus labios y lenguas que se mezclan en una búsqueda de control, guerra en la cual no van a ceder y Yukiy lo demuestra cuando le deja casi sin aliento y le obliga a separarse parar respirar y volver a lo mismo. Son animales que se mueven uno contra el otro y buscan con manos trémulas más piel para explorar, meterlas bajo las telas húmedas, tocar, tocar y lamer, desnudar. Los dedos de Yukiy son tan finos cuando una mano acaricia su mejilla y desciende, lento y Kyle casi ni la siente porque está ocupado sintiendo otras cosas.
Kyle recuerda, vagamente, que hace unos instantes estaban discutiendo. Sí, recuerda que Yukiy no se defendía cuando él daba el primer golpe, incapaz de soportar la tensión, gritando en silencio cuanto lo odiaba, cuando le dolía, cuanto le hería.
Y sabe que pasó, porque los labios de Yukiy saben a sangre, a lágrimas y a algo que cree es verdadera culpabilidad.
Cuando suelta el primer gemido –con voz rasposa y un ardor en la garganta que no recordaba – en realidad grita humíllame. Lo grita en cada movimiento mientras desabrocha la corbata y él es el experto. Y quizá sólo le está usando, se están usando.
Por un instante todo es fricción y aún sobre él, se aferra a su poca cordura y autocontrol cuando musita un ‘no deberíamos’ que se muere cuando ya no hay más qué decir, porque Yukiy le calla, arrancando botones, deslizando la mano a su pecho y pellizcando un pezón después de delinear las cicatrices.
Humíllame. Sigue adelante, muerde sus labios, su cuello, su clavícula, no deja marcas, pero suplica que él las haga, que le marque, que tenga que ocultarlas, como siempre, como es rutina. Destrózame. Hace calor y suda, sus dedos se pierden en el cabello, dentro del pantalón, acariciando de manera casi autómata, sin prestar mucha atención a los gemidos bajos, a sus propios temblores cuando las manos blancas le recorren. Hiéreme, por favor. Y gimen y no importa si alguien entra, si alguien les ve, si no hay mañana, si no hay después. Es todo presente y el presente es tan efímero que no intenta retenerlo.
Deja que Eysenck cambie las posiciones y se ve bajo él, manos en su cintura, temblado y quiere más, necesita más, necesita el contacto. Cuando cierra los ojos ya no es Yukiy quien le besa, quien lame las lágrimas que no entiende cómo han surgido. Ya no es Yukiy y duele más, no quiere abrir los ojos y no lo hace ni siquiera cuando alza la cadera para dejar que el pantalón salga y él mismo le atrae, necesitado y gime contra su oído, muerde, lame y suplica, porque no le cuesta hacerlo. Porque realmente le desea.
Se desean.
Lo jodiste, Kyle, lo hiciste. Es pensamiento constante mientras se pregunta cómo rayos han terminado así. Tardó tanto en descubrirlo. Yukiy le quiere, tanto como Sei, probablemente. Lo siente en cada beso y cuando sostiene su mano con fuerza, cuando le abraza y casi llora contra su cuello y musita ‘perdóname’ insistente.
Muñequito imbecil. Lo siento. Pequeña perra. Ya no más. Bastardo. Detente.
Cuando se aferra a su cuerpo y rasguña, hunde su rostro en su cuello y gime su nombre –entrecortado, muerto, sin fuerzas- se da cuenta de que ha perdido.
Estúpido.
***
- Lo siento... Yo sólo...
Kyle mira el techo, como si fuese lo más interesante del mundo y una parte piensa que necesitará darse una ducha, cambiar sábanas. No han llegado al final, porque Yukiy es demasiado puro, demasiado amable, ya no tan hetero, pero no se atreve a tocarle del todo aún. Es un poco como William, piensa, porque William tampoco le tocaría.
Malditas comparaciones
- Quería...
¿Follar? La voz se ríe, por dentro y es un mundo entero, donde la voz con nombre escucha atenta y respondiendo con sarcasmos, con frases cortantes aunque Kyle no diga nada y ni siquiera piense bien en lo que el rubio le está diciendo.
- Quería hacerte ver... Seichii... venía a hablarte de Seichii.
Yukiy desvía la vista, se cubre con la camisa, busca vestirse y aún parece nervioso, inquieto, cuando le mira una vez más y Kyle no se ha movido. Piernas flexionadas, sin camisa, rastros de sudor, de lágrimas y saliva en su cuello, pecho, mejillas. Mira el techo y nada más, sin desviar la vista aún cuando el mayor se acerca y se inclina, le besa.
Es un beso vacío, muerto, carente de emoción y sin embargo, esa carencia es indescriptible, es tanto, realmente tanto...
- Deberías venir a hablarme de Sei más seguido. – Su tono es burlón y un poco frío cuando al fin responde, cerrando los ojos y manteniendo la sonrisa nueva, media y sardónica que comienza a cultivar. – O al menos terminar tus conversaciones como deben ser.
Lo siguiente que escucha es la puerta cerrarse.
***
La pelirroja –o rubia- habla. Sus ojos cobalto fijos en el cielo que es azul brillante y la cabeza apoyada en el pecho de Kyle, brazos estirados y aunque no hay sonrisa, Kyle puede sentir que está feliz bajo sus dedos cuando desliza la mano por su mejilla, en un caricia que es necesaria porque quiere sentirla ahí.
No escucha, porque se ha perdido en algún momento y porque la parte suya que desprecia todo no deja de sentir envidia y corroe, le hace sentir mal y no, para sufrimientos es ya suficiente. Son unos cuantos meses de amistad y Aine se ha vuelto importante. Y es lo único que le queda, francamente, aparte de Integra y algunos otros.
- ¿Le pasa algo, Makepeace?
Es Odergand. Quisiera decirlo pero no va a hacerlo porque no es un dato relevante. Niega con la cabeza y Aine se levanta, se sienta en la hierba y le mira fijo, escudriñándole. Ella entiende, trata de hacerlo, porque ha escuchado rumores, porque sabe que es cierto lo que se dice y no sabe abordar el tema.
- Estaba pensando... – Aine alza una ceja cuando Kyle le sonríe y es media sonrisa, juguetona y poco acorde. – En si Uilleam y usted ya han pasado de nivel...
Ella se sonroja y él siente que eso es un bálsamo temporal para su lío mental. Y espera la clásica discusión, que ella le llame pervertido y quizá terminen con gritos e insultos sosos que hacen un poco menos seria la vida.
- No desvíe el tema, Makepeace. – Es firme cuando lo dice y la mirada azulada recorre un camino desde el cabello oscuro hasta la parte de la camisa que está abierta – sólo un poco, uno, dos botones – y frunce el ceño. – Oh, pero veo que usted y creo ¿Iscariotte? han pasado de nivel. Dios, qué juventud tan precoz.
Ahora el sonroje es suyo y no es tanto vergüenza sino culpabilidad y recuerda y sabe que cerca de su pezón hay una mordida que se nota, que en su cuello sigue aquel chupetón que ha tratado de ocultar. Y las marcas interiores son más fuertes, más sensibles y hasta duelen. Y Yukiy también tiene marcas, las sabe, tres rasguños en la espalda y una mordida en el hombro.
Él tiene a su Integra. Que no le abandonará.
Y Yukiy tiene a Arzhel. No importa, Yukiy es suyo.
Son tan estúpidos.
- No... – Su voz se vuelve un murmullo y le parece tan extraño que así sea. Que esté a punto de ocultarlo, que se siente verdaderamente incómodo al respecto. Remordimientos, tal vez. Sólo tal vez. – De momento no quiero hablar de ello. No sea cotilla, Newbury. – Y la sonrisa le sabe tan falsa que se siente hipócrita.
Ella vuelve a acostarse y acurrucarse un poco, le acaricia el cabello y en sus acciones puede captar un no me convences, mentiroso que le sienta aún peor. Se lo buscó, después de todo. Cierra los ojos, se aparta un poco y es asco lo que siente por si mismo, reforzado por la voz interior que se burla y le llama cualquiera.
- Makepeace...
Abre los ojos y no la mira, pero la voz es un poco más alegre del usual frío. Presta atención y finalmente voltea, observándole y llevando su mano al cabello.
- ¿Cree que Sean quiera ir a mi casa en vacaciones?
Aine desvía el tema y él agradece, sonriendo con simple sinceridad y revolviendo el cabello, tratando de desatarlo antes de contestar un “tal vez, depende de qué le ofrezca”.
Ella le fulmina con la mirada, un poco sonrojada y él sonríe.
Vamos a estar bien.
***
Es un encuentro casual. Tres días después del anterior y Yukiy parece resfriado, un poco y también evita su mirada. No que la busque, claro está.
Yukiy insiste en hablar, él en ignorarle y acaban en un aula vacía, discutiendo casi a gritos –gritos suyos, Yukiy no se altera y eso es lo frustrante – y todo se sale de control cuando aprieta con sus manos la túnica y le atrae y Yukiy habla, -menciona a Sei, siempre lo hace- y es cuando necesita callarle, porque el tema aún duele.
Tres días después y la situación es tan familiar, manos bajo la ropa y contacto, mucho, demasiado mientras Kyle le aprisiona contra el escritorio y la presión de su rodilla sobre la entrepierna del rubio busca una reacción. Y no piensa, maldita sea, no piensa en lo que se están haciendo, en lo que están sufriendo y en que le odia, le guarda rencor, le tiene hasta miedo y de verdad que ya no sabe qué es lo que siente cuando Yukiy le besa, profundo y él finalmente se deja vencer.
Pero mantiene el control y es él quien vuelve a desabrochar la camisa del rubio, cuela las manos y busca, insistente, con sus manos y con su boca, un contacto que le abruma y le nubla la mente y ya no piensa en nada cuando logra arrancar sus propias prendas.
- Kyle... Sei... – Yukiy trata de articular entre besos y mordidas, respirando agitado porque el maldito de Kyle está moviendo su mano justo ahí – Tienes que hablar con él...
No responde, no hay tiempo para responder y francamente no quiere hacer nada que no sea destrozar el orgullo hetero de Yukiy que en una, dos, tres ocasiones pide que se detenga, que deje de provocarle, que no quiere dañar y que ohpordios, deje de hacer eso con la lengua.
Y recuerda que la indiferencia estaba ahí y que antes rechazó los besos, los cariños y cualquier contacto. Lo recuerda tan vagamente que no parece que haya pasado.
Cuando no puede más y sus fuerzas han escapado, Kyle deja que Yukiy le abrace. Que permanezca a su lado, le ayude a vestirse, a limpiarse y todavía tiene la delicadeza de besarle con un cariño que él no quiere ver. Sus caricias son tan familiares, la manera en que anuda la corbata, incluso la forma en que sus ojos gritan ese ‘perdóname’ que se queda grabado y al cual no puede ceder. Siguen sin ser los labios de Yukiy los que besa y muerde una vez más antes de levantarse y rechazar ayuda, saliendo de ahí, escapando.
Aún tiene el sabor de Eysenck en sus labios cuando cruza por un pasillo y distingue, entre la oscuridad y un poco lejana, la figura de Seichii que hace su ronda.
“Tienes que hablar con él”, dijo Yukiy.
- Imbecil...
Masculla con labios apretados, mientras se aleja, entre sombras, entre la nada, dejándole –dejándose – atrás.
***
- ¿Eysenck? Pero él... – Aine le mira fijamente y es que ha sido tan insistente en el tema que ha terminado por soltarlo. Son casi cuatro días de acoso después de que ella viera las marcas –las del primero, las del segundo encuentro – y al final ha terminado por confesar que sí, se ha acostado con un chico. Y menciona su nombre por error, o quizá no, pero lo dice y ella no parece creerle. Ni él mismo lo creería si no estuviese pasando.
- Lo sé - Sí, parte de la traición, también le hirió, también le quitó a su William y forzó su mundo a cambiar, no sabe si para bien o para mal, porque no encuentra el ansiado equilibrio, ya no más. Se siente perdido y herido y tanto, tanto más que son sentimientos sin nombre y mezcla de tanto que no es posible identificar. – Ya sé, Newbury, no necesita recordármelo.
- Es Eysenck, ¿sabe lo que estás haciendo? Usted decía... – Y se calla cuando le mira asentir, lentamente y sin embargo pareciera que es un gesto ausente.
Lo decía. Que le odiaba y aún lo hace. Que le detesta, que es un hipócrita, perro faldero, rubiecito molesto que no deja de joder con lo mismo y lo mismo. Y ahora siente horrible que cada vez que terminan comiéndose la boca y otras cosas, Yukiy mencione a Seichii. Diciendo que le perdone, que le hable, que deje de hacerle sufrir. Y al carajo con todo, que él también está sufriendo.
Aine frunce el ceño y sigue mirándole, con firmeza y de pronto parece mayor que él, más madura, grande y fuerte y él se siente tan pequeño, tan estúpido y es un niño que está siendo regañado. Por dentro hay una voz que insiste en callar a la mocosa, pero la quiere, la quiere y es una chica y no, no quiere herirla.
- Diga, ¿realmente le quiere? – Kyle guarda silencio mientras ella escruta su rostro con la mirada y sobretodo sus ojos, trata de arrancar la respuesta. No puede responder que sí, pero tampoco quiere decir que no. No le es indiferente y el sentimiento fluctúa entre aquel te odio lejano que alguna vez existió y ese deseo y necesidad. Y la sensación es familiar, demasiado familiar y abrumadora y al menos puede decir que no es tan fuerte, que aún le detesta más de lo que le quiere. Si pudiera cuantificarlo, claro está, pero no puede. - ¿Qué siente por él?
- Nada. – Ella suspira, niega desaprobando y se acomoda el cabello, un tanto incómoda, porque el tema no es sencillo de manejar y conoce, superficialmente, el historial de su amigo y diablos, no quiere lastimar más.
- No es un juego. Kyle, escúcheme, si le lastima, si se lastiman... – Aine pierde la voz unos instantes porque Kyle la mira fijo ahora, firme y con irritación en los ojos zafiro que tratan de mostrarse tan opacos como usualmente. – Ya basta. Si no siente nada por él, deje de jugar con sus sentimientos.
Hay silencio unos instantes y ella se mantiene firme en su lugar, sin mover un músculo y Kyle mantiene el rostro de cera un poco más. La tensión se puede sentir, pesada sobre ambos, hasta el momento que el chico esboza una media sonrisa, casi juguetona, burlona.
- No es nadie para decir qué puedo o qué no puedo hacer, Newbury. – la voz suena fría, cortante y el matiz afilado, soltado en un susurro, en un siseo defensivo no ayuda en nada a que la tensión se vaya.
- Soy su amiga y no quiero que salga más lastimado. Y quiero que entienda que lo que hace no es correcto, Makepeace - ¿Correcto? Kyle se pregunta qué es lo correcto y francamente no le importa mucho. Fija la mirada en ella, la sonrisa no se borra y avanza un par de pasos. Aine se mantiene en su lugar, sin apartar la vista, en un duelo que no va a perder – No puede ir por ahí jugando con las personas. Ni acostándose con ellas para pasar el rato. Por Dios, tiene trece años. Es un...
- ¿Un niño, Newbury? ¿Usted también se traga eso de que soy un niño? – Su voz se alza un poco, sólo un poco y aún tiene ese tinte de terciopelo que sólo Yukiy había escuchado. Aine calla, mordiéndose los labios y él se atreve a tocarla, coloca su mano en el hombro de la chica, sin presionar – Es mi vida, Newbury. Me acuesto con quien me da la gana. Usted lo sabe, ¿cierto? El por qué William terminó en la cárcel.
- Tiene trece años. Es un niño. – La voz de la pequeña es igual de rígida que siempre, un poco fría, un tanto preocupada y en el fondo, es desesperación. Y no responde, no del todo cuando él habla y pregunta, asintiendo con la cabeza. – Lo sé. Yo...
- Oh, no sienta lástima – La voz insiste en hablar por ella misma y él se lo permite, porque es mejor, porque la quiere lejos, a todos y no halla la manera de evitar tanto que siente. Se inclina un poco, pasando sus labios por el cuello de la chica y sólo eso, soplando un poco sobre el cabello. – En realidad me gustaba, ¿sabe? Ser una perra. – Miente y no le parece mentira cuando realmente no sabe ni lo que dice y la suelta, apartándose unos pasos, alzando la varita, apuntando. Y no quiere hacerlo, realmente no quiere.
- No sabe lo que dice – Se mantiene serena y Kyle casi puede admirarla y odiarla por igual. Deja de ser remanso de paz y son aguas turbulentas cuando ella avanza, pese a que él le apunta, con su propia mano tomándole de la muñeca, haciéndole bajar el brazo.
- Usted es quien no entiende. – Y por un instante su voz no es tan fría y se cuela algo, un poco de ese desasosiego que le invade. Pero es sólo un traspié que arregla pronto, debilidad que se desvanece cuando la aparta un poco – Yo no soy Uilleam para que me venga como la gran salvadora a tratar de rescatarme. – Y la idea pasa por su mente y la sonrisa se acrecienta en las comisuras, extendiéndose un poco más - ¿Y para qué? De todos modos Uilleam prefiere a Kavanagh, eso se nota.
- No hablamos de Sean, hablamos de usted, Kyle. – No se deja vencer, no deja que duela y si lo hace no lo demuestra, manteniéndose en su lugar.
- Yo hablo de Uilleam y Kavanagh. Que seguro deben estar dándose el lote a sus espaldas – Trata de hacer que duela y no sabe si lo está logrando, pero se siente mejor, aunque no debería. Ella sigue sin mostrarlo, nada, aparte de la ligera irritación ya más que palpable. – Ahora resulta que Uilleam no es más que una puta.
Siente, de pronto, el sabor de la sangre dentro de su boca y sonríe satisfecho cuando lleva la mano a su mejilla y palpa sobre la piel enrojecida. Aine mantiene la mano en alto, mirándole y es furia e indignación, mezcla de sentimientos y ella debe sentir dolor.
- No se atrevas a volver a decir eso de Sean – Baja la mano, despacio y sus ojos ya no le miran, al menos no mientras ella se muerde un poco los labios, se acomoda el cabello y respira profundo. – No hablábamos de Sean...
Y Kyle lo sabe, que hablaban de él, de Eysenck, de dolor, de evitarlo y de que hay ahí una amistad, pese a todo, porque Aine es siempre Aine y es la que él conoce, incluso ahora, que ha lastimado, porque ambos saben, demasiado bien, que el asunto de Kavanagh y Uilleam es tema doloroso, prohibido y que realmente ella se siente insegura y amenazada. Como él, actualmente y no entiende por qué.
- Cierre ya la boca y deje de joder, Newbury. – Y ella frunce el ceño, molesta, aún más y se acerca un paso más. Kyle la observa y antes de que ella pueda tocarle, le toma con fuerza de la muñeca, apretando, deja marcados sus dedos – Esto no es su asunto.
- Deje de estar haciendo escenitas estúpidas y asuma la realidad. – Kyle aumenta la presión y gira un poco y ella reprime el quejido, porque no va a ceder y aunque clava las uñas en la mano que le aprieta, no logra soltarse. - Está haciendo daño. A Eysenck, a mi, a todos sus conocidos, a usted mismo. Makepeace...
- Es Odergand. Mi apellido es Odergand – Interrumpe con voz cortante y si su intención al principio era no hacer daño, ahora le parece recuerdo lejano y borroso. – Y deje de darme sermones.
- ¡Sólo quiero ayudarle! Kyle, déjame ayudarte, tú no...
Pero vuelve a ser interrumpida, la mano soltando su muñeca, alzándose, deteniéndose un poco antes de golpear. Kyle la mira, con ojos de vidrio, con rostro de cera y ella no quiere romperse y se mantiene entera lo mejor que puede. Porque él iba a golpearla, porque él la está lastimando. Porque parece tan perdido. Porque no es el Kyle Makepeace que conoce.
- Aléjese de mí, si sabe lo que le conviene, Newbury – La advertencia es clara cuando se da la vuelta y cuando ella trata de retenerle, la empuja. No es tan frágil como parece, quiere dar a entender. Se aleja despacio y escucha el silencio, se envuelve en él. Y puede sentir la mirada cobalto, derrotada. Casi, casi puede decir que le duele.
***
Eres un estúpido. Y no entiende qué ha pasado o cómo es que las cosas acaban así. No importa, realmente y Aine desaparece poco a poco de lo que es él mismo, pese a que aún pueda escuchar sus palabras cuando llega al baño de chicos y se moja la cara. Cuando se mira en el espejo, le cuesta reconocerse.
Y su vida es una mentira. No es un niño, no es, no se siente siquiera humano. Acaricia con sus dedos el cristal, siguiendo en su imagen el reflejo de algo que parece ser lágrimas. Falsas, hipócritas y se reclama.
¿Es eso dolor? ¿Lo sientes?
Está haciendo daño. Se da cuenta que se queda solo, que los va apartando, que no le importa necesitarlos. Que tampoco los merece.
El dolor -¿Realmente es dolor? ¿Es real? – es como el fuego y llega a un punto crítico, cuando es tan profundo que no se siente, cuando el daño es tan grave que es imposible sentirlo más. Y es el vacío lo que le cuesta soportar.
¿Duele? Profundo, hasta acabar con todo.
Es todo que se convierte en la nada.
***
No puede esperar cuando le ve. Caminando por el pasillo, los libros en sus brazos y ni siquiera se molesta en llevarlo a algún lugar más privado. Se acerca, paso firme y antes de que Eysenck entienda qué sucede, le suelta un puñetazo que da de lleno en su rostro y sin embargo, no es tan fuerte como quisiera. La gente les mira.
- ¡¿Qué rayos te pasa?! – El rubio reclama, acariciándose el golpe sin atreverse aún a levantar él la mano contra el chico, limitándose a mirarle irritado, recogiendo un par de libros que han caído.
- No, ¿qué mierda te pasa a ti? ¿Por qué se los dijiste? – Y se refiere a ellos. A Diana, a Marshall. A Marshall que ha tratado de hablar con él, que ha mandado insistentes cartas y es casi doloroso cuando le ordena alejarse de ‘su hermano’, cuando trata de razonar con él, cuando pierde el quicio y finalmente se rinde y es una ruptura total.
Cuando Diana le ha dicho que Yukiy no merece ese trato y que eso que hacen está mal. Cuando le recuerda que existen Integra Iscariotte y Arzhel Lonsdale y que ellas también van a sufrir. Hace que duela y que se arrepienta. Y Yukiy jamás debió decirlo.
- ¿De qué...? – Y parece captar, mientras mira alrededor a las personas que se han detenido para presenciar la discusión y masculla un ‘cotillas’ mientras camina hasta el menor y le toma del brazo. – Los pasillos no es lugar para hablar sobre esto. Vamos.
No responde y se deja guiar. Y Yukiy está perdiendo una clase para resolver -¿se puede? – el problema y terminar la discusión. Que, como sabe, terminará con ambos en la cama, sudorosos, cansados y con la sensación de vacío en el estómago, sin palabras y la marcha silenciosa, fingiendo que nada ha pasado. Porque no tiene mayor significado, son sólo acostones sin cariño y él está acostumbrado.
Abre la puerta de su habitación y el lugar está tan silencioso que puede escuchar su propia respiración dolosa. ¿Y a quien le importa? Ya ni siquiera a él le molesta saberse muñeco manipulado o titiritero moviendo hilos invisibles y apretando. No valía la pena y aún no lo hace.
- Volviste a hacerlo – La voz del rubio suena un poco fría cuando se sienta en la cama y señala con la mirada las vendas del chico. Kyle asiente, encogiéndose de hombros, restándole importancia. – Kyle, esto no puede seguir así.
- ¿Por eso se los dijiste? – Le reclama, parado frente a él y la mirada fija, penetrante y aunque parece imperturbable, por dentro tiembla y escucha y maldice que tengan razón, que ambos tengan razón y él no pueda -¿no quiera? – hacer nada para cambiar las cosas.
- Kyle... – De pronto parece tan pequeño ante los ojos de Odergand y la parte razonable de él ya dice ‘déjalo ir’. Aún no, aún no. – Debemos detener esto.
Se acerca y se sienta en sus piernas, una rodilla a cada lado y los brazos alrededor de su cuello, sin tumbarle aún y es cercanía, es calor y más que nada necesidad y es un reemplazo de William, el cual jamás le tocó, de quien no obtuvo sino uno o dos besos castos y no lo esperado. Pasa sus labios sobre los del rubio y besa, despacio, controlando el instinto animal que dice hazlo ya.
- Basta, Kyle – La voz de Yukiy es un susurro, con las manos en su cintura y correspondiendo, lento y dudoso, como la primera vez, los ojos entrecerrados y su respiración se corta cuando siente la mano del menor subiendo por su pierna. Pero no quiere caer, no va a caer esta vez. – Deja de hacer esto.
- ¿Hacer qué? – Kyle susurra contra su oído y lame un poco, porque ya conoce los puntos sensibles y le es fácil. Y tiene que hacerlo ahora, porque tiene que acabar la conversación, apagar su mente y olvidarse de las palabras, de los gestos, del sentimiento que va surgiendo poco a poco y no sabe bien cómo manejar. Siente manos sobre las suyas y piensa en que le guíe. Pero el agarre es firme en las muñecas y se obliga a separarse un poco y alzar la mirada.
- Dije que esto se acaba – Firmeza que está sólo presente en sus manos y en esos ojos verdosos, Yukiy le mira fijo, semblante endurecido y está fingiendo. Se hace del rogar, piensa, y a él francamente no le desagrada la idea y roza las caderas del mayor con las suyas, tacto, roce, calor y recarga la frente en su hombro.
Lo siente tensarse bajo su piel, entre su cuerpo, bajo las ropas y sonríe, satisfecho, cuando las manos del rubio sueltan las suyas y puede explorar de nuevo el cuerpo a su antojo. Y de pronto está boca arriba, en la cama, ojos entrecerrados y el cuerpo –que es sólo un cuerpo, un objeto, su juguete- se siente sobre el suyo. “Hazlo”.
- ¿Qué es lo que no entiendes? – Y hay algo malo ahí, porque Yukiy no le besa, no le toca y no se mueve, le sujeta con fuerza contra la cama, le inmoviliza con sus rodillas, con sus manos y el gesto es duro, frío y ese no es Yukiy.
- Por favor – Es un susurro, casi suspiro cuando lo suelta y tiembla. Cierra los ojos, intenta alzarse un poco, lucha. Le necesita, le necesita. Es sólo eso, todo, tanto, nada – Will...
- Yo no soy William.
¡Mentiroso!
- Por favor... – No le mira, no va a mirarle. Yukiy tiembla sobre él, se estremece y Kyle siente -aunque no quiera- dolor. Dolor, culpabilidad, miedo. Miedo y presión sobre sus muñecas y quedarán marcas.
- No quiero hacerte daño.
¡Destrózame!
- ¡Por favor!
- ¿Qué es lo que quieres? Dímelo, ¿qué quieres?
¡Humíllame!
Guarda silencio, la mirada perdida en el verde intenso, en el verde bosque, en la profundidad, en la textura y esa barrera que jamás imagino que encontraría en los ojos de Yukiy. Guarda silencio, respira agitado, masculla un ‘jódete’ que apenas se escucha y gira el rostro, mirada en la pared, las cajas de música, los rastros de humedad, lo que sea.
Qué patético.
- Creí que valías la pena.
***
- Creí que sabías que no – La voz surge, filosa entre sus dientes y no mueve su cuerpo, no más allá de su respiración y de la sonrisa, media y entre divertida y dolosa que se dibuja en sus labios.
- Ya me doy cuenta – En las palabras hay amargura y Kyle recuerda que hace mucho había esperanzas y hasta dulzura en la voz y esa promesa omitida, promesa que no quiso aceptar. - ¿Qué soy yo, Kyle?
- Un imbecil – Y un perro. Y él una perra, razona, piensa y llega a la conclusión de que es normal, que siendo ellos, hayan acabado de esa forma y ni siquiera le molesta. No le molestaría si en vez de hablar, Yukiy gimiera, porque la conversación le está cansando.
- No... ¿Qué soy para ti? – Se desmorona, Kyle puede sentirlo en sus dedos, la manera en que se resquebraja y ha llegado a un límite. Como Aine, como él mismo. Como será con Seichii. Como con todo y todos. - ¿Soy tu juguete? ¿El reemplazo de tu padre?
- No puedes dejarme. – Asegura, porque no está seguro y no hay más. Son lazos, cadenas de cristal, tan frágiles. Se destrozan.
- Puedo y lo haré – Dice y no va a llorar ni demostrar que le duele porque Yukiy sabe que es lo correcto, porque él no lo ama. Lo que hacen no es correcto. Y no es juguete de nadie, no es un puto reemplazo ni es un plato de segunda mesa. - ¿Sabes por qué hicimos lo que hicimos? ¿Por qué te alejamos de William?
- Ganas de joder, seguramente – Miente, tono despectivo, rostro de cera.
- Porque te queríamos. – Yukiy ignora, ignora todo y se concentra y es la última vez que lo dirá, que le hablará. Poner fin a todo, se repite, acabar con eso y continuar. Porque Yukiy sabe que se merece algo mejor. – Y confiábamos en que te darías cuenta de que te amábamos.
- Vaya manera de demostrarlo.
Maldito, maldito orgullo. Estúpida necedad.
- Pero ya no más. – No hay quiebre y Kyle mira curioso. Verde y fortaleza, verde y convicción. Duele tanto, tanto – No soy el reemplazo de William. Y tampoco soy tu perro ni tu amante ocasional.
Cállate. Cállate. Cállate.
- Amo a Arzhel. Y ella no se merece que le haga esto. No merece que la engañe. Y yo no merezco todo el daño que me haces. – No va a romperse, no va a mostrarse. Cuando Kyle siente el peso que se va no hace intento de retenerle, no se mueve. Lo sabe, cuánto ha dolido, cuanto le ha lastimado. Que sólo le ha utilizado. Y no se arrepiente.
Yukiy...
No quiere arrepentirse.
- Esto se acaba. No estoy dispuesto a sufrir por ti. – Habla firme cuando gira el pomo de la puerta y abre, despacio, como si costase. Y tal vez así sea porque Yukiy le quiere. Porque él mismo le tiene aprecio. Aprecio, odio, ambivalencia.
Yukiy...
- Creí que podías ser salvado. Creí... que importabas.
Duele. Duele y es tan cierto que ni siquiera puede reclamarle cuando lo escucha, cuando se sienta en la cama y le observa y la silueta se ve difusa, lejana y no es Yukiy y a la vez lo es tanto que siente que va a quebrarse. Es un cuadro impresionista, realidad presente y efímera cuando Yukiy se gira –un momento, es sólo un instante- y le mira, directo a los ojos y lo siente a través de él.
¡Yukiy!
No te vayas. Quédate. Idiota. Perdóname. No te vayas. Estúpido. No te vayas.
- Me equivoqué.
¡No te vayas!
Para cuando logra entender, cuando las palabras dejan de hacer eco en sus oídos y se acalla el sonido de su voz, su propia voz que no sale y se ríe, Yukiy ya no está.
La puerta está cerrada, Yukiy tan lejos, la distancia enorme y algo que no es ni su voz, no es ni su conciencia pero que es completamente suyo, repite como un mantra “te lo mereces”.
***
- ¡Yukiy!
La voz es masculina, un tanto infantil, educada, alegre. Lo piensa, lo piensa mucho antes de llevar la mano a esa puerta y ni siquiera alcanza a tocarla porque se abre desde dentro y puede verlos. Es un vistazo rápido y les conoce, a todos.
Los ha perdido a todos ellos.
El sonido de la máquina es opacado por el sonido estruendoso de su corazón conforme les recorre.
Castaño y miel, el joven Uilleam está sentado a la derecha de Yukiy, la sonrisa amable, la curiosidad en la mirada y esa fragilidad revestida de fortaleza. Y le mira, amable y cordial, con esa educación característica. Kyle no puede evitar sentirse incómodo.
Aine le mira menos directamente, no sonríe pero su semblante es amable y hay paz y una mano está posada sobre la de Sean. Cuando al fin dibuja una sonrisa no puede ser sino un poco pequeña, algo amarga y demasiado, demasiado indulgente. Kyle desvía la vista, no lo merece.
Diana mira con nostalgia a través de la ventanilla –su último año, es la ida sin retorno – y no vuelve la vista sino hasta que el silencio se siente presente y se ha vuelto pesado. Sus ojos tan azules, tan verdes, brillantes, se clavan en él unos instantes y a través de los labios finos se trasluce una sonrisa.
- ¿Entras? Aún hay lugar.
Desvía la vista, sin querer y lo observa a él.
El cabello rubio y los ojos verdes, la piel pálida, ya sin marcas, la cicatriz en el cuello, tan pequeña, tan importante. Yukiy le observa sólo unos instantes y es silencio y en sus ojos algo que Kyle no llega a entender y que quizá nunca lo haga.
Es Yukiy Eysenck y nadie más que él. Es Yukiy Eysenck y no William Odergand. Es Yukiy Eysenck y esa es la realidad.
Son como las estrellas en el verdadero cielo. La lucha constante y la colisión inminente. Gravedad y el azar o el destino. Estrellas que se atraen, que chocan, que se destrozan una a la otra y se colapsan.
Kyle se da la vuelta, cerrando la puerta, avanzando por el pasillo del tren, lejos, lo más lejos posible, para no verlo, para no recordar, para no sentir lo que siente y no lastimar.
Son estrellas.
Yukiy se merece ser feliz.
No sobreviven a la colisión.
Autor:
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Personaje: Kyle Makepeace, Yukiy Eysenck, Aine Newbury
Rating: NC-17, por escenas un poco subidas de tono, don't worry, nada demasiado explícito
Tabla: Inteligencia emocional.
Advertencias: A ver, slash, es decir, relaciones hombreXhombre. Err, creo que nada más, eso.
Notas del autor: Vale, esto ocurre en la historia del RPG, actualmente la trama que se ha formado. William ha sido err, ha caido, como quien dice e investigaciones y eso, cárcel y eso. En la misma línea que este fic de Dev.
Me salió más largo de lo que imaginé, tal vez bastante poco entendible, pero es básicamente el cómo se ha tomado Ky lo anterior y la relación con Yukiy que se desarrolla (joder, que tienen imán esos dos y se descontrolan los idiotas). Ah, y Kyle es un cretino, que se sepa. Ejem, no sé qué más decir, aunque bastantes aclaraciones aún quedan en el aire.
Hace un poco de calor. La humedad hace que el calor sea molesto, que su piel se vuelva pegajosa y que tenga que bañarse varias veces al día. Y aún lo odia, verse en el espejo, alcanzar a ver la maldita cicatriz que lleva en su espalda, que le marca como el muñeco que es. Pero llueve. Y la lluvia es buena, es tranquila.
A veces, piensa un poco en él mismo, en su situación actual y en cómo es que Loren le ha dejado regresar al colegio después de todo lo que ha pasado. Para distraerse, para mantenerle alejado del dolor. Es un poco ingenua. Quizá sólo lo quiere lejos y no la culpa. Otras veces, piensa en los culpables –los que él denomina culpables – y siente que no soportará mucho más antes de quebrarse.
No habla con ellos. No quiere hacerlo.
Le han traicionado.
La demanda sigue su curso y ahora William se ha ido, lo han alejado. Por culpa de Sei. Es culpa de Sei, de Yukiy, del imbecil de Nicholas, de la odiosa de Glaswol, de Marshall. Es su culpa, de todos y no quiere hablar.
No sabe qué decir.
Me traicionaste. Duele. Entiendo. Perdón. Te odio. Púdrete. Creí que eras mi amigo. No importa. Lo siento. Comprendo.
Una parte de él hierve de rabia, ignora al resto y quiere matarles, quiere matarles, ir con William, fugarse juntos. Joder, quiere acostarse con él, quiere marcarlo, quiere demostrar que no les van a separar. Es parte enferma y tiene nombre, nombre que no va a pronunciar. Es fuerte, le domina y le obliga a no mirarles cuando se los encuentra en el pasillo. Le hace indignarse, odiarlos e ignorar que ellos también sufren.
La otra quiere llorar, fuerte, muy alto, decir que duele y aferrarse a Sei, como antes, con la confianza que le tenía –que aún le tiene- y decirle que está bien, que duele, pero que le perdonará, porque es su amigo y comprende que era algo que debía hacerse. Que le ha salvado, que le agradece. Que lo ama, porque es amor, porque es cariño, fuerte, que desgarra y que le perdona. Porque es su amigo. Su amigo.
Y al final no hace nada.
Tampoco lo hace cuando siente que alguien se sienta a su lado, empapándose también, en silencio. La presencia es tan conocida. Sólo entrecierra los ojos e ignora a su voz interior que grita cuando le mira de reojo y es cabello dorado, ojos verdes un poco tristes y esa piel pálida. El cachorro, Yukiy Eysenck.
Mantiene la mirada al frente y evita hablar, evita sentir, pero no puede.
Cuánto le odia.
***
Permanecen sentados en el pasto hasta que la lluvia acaba y Kyle se ríe por dentro, con burla, con frases cortantes que no dice, cada vez que ese estúpido rubio se estremece por algún trueno a la distancia. Es estúpido, es una fobia y dios, cómo le alegra que así sea y que el imbecil ese sienta desasosiego de vez en cuando.
- Makepeace...
Yukiy es quien rompe el silencio. Y el silencio le responde, porque Kyle no dice nada, permanece en su rincón oscuro, mirada perdida en la nada y los brazos alrededor de sus rodillas. Realmente le odia.
- Kyle, yo...
- Cállate.
Las palabras salen frías, son cortantes y no le importa herir. Quiere hacerlo, necesita hacerlo. No ha hablado con Integra al respecto. Se abraza a ella cuando la ve, se pierde en sus brazos, en las caricias sobre su cabello y se siente un gatito indefenso, perdido y necesitado. Pero se repite que la ama y la ama y la ama demasiado. ¿Demasiado? Ya no lo sabe, a veces duda. No sabe lo que es amor.
- Sólo quiero decir...
- No.
Se levanta, despacio, músculos agarrotados y el calor que se ha ido le ha dejado un sabor salado en los labios cuando los lame y se limpia el rostro.
Tienes que huir. Destrózalo.
- No puedes ignorarnos toda la vida, Kyle.
No lo escucha. Pretende no hacerlo
- No puedes.
- Puedo intentarlo.
A Kyle le cuesta decirlo, explicarlo, entenderlo. Es necio, es un niño, es un berrinche, pero no quiere creerlo. Los ojos verdes se clavan en los suyos y pese a todo, hace como si no le importara, como si el color no influyera, como si no fuese real.
- Escúchame. Puedes ignorarme a mí...
Es lo que hago. Es lo que hacemos.
- No soy nada tuyo...
Por suerte. Cállate. Ya quisieras. Púdrete imbecil.
- Pero por favor... deja de ignorar a Sei.
***
Camina por los terrenos, escapa, huye, a prisa, sin rumbo. Es lo usual, se repite, es lo normal que Yukiy siempre haga eso. Que diga algo y le destroce, que con una maldita palabra le derrumbe. Es normal, es muy normal, demasiado normal y aún así no deja de ser nuevo, doloroso, como si cada vez tocara una fibra diferente, una herida nueva. Kyle huye, porque no puede afrontar la verdad.
- ¡Kyle!
Es un grito fuerte tras él, no se detiene y no puede hacerlo. Forcejea cuando Eysenck le toma del brazo y hala, con fuerza y firmeza y es el Yukiy que conoció en su sala común. Es el Yukiy que le ha besado, le ha hecho llorar y le ha hecho sentir como basura, escoria, el muñeco que es.
- ¡Suéltame!
No, no está armando una escenita.
- ¡No puedes escapar!
- ¡Vete a la mierda, Yukiy Eysenck, hijoputa!
Vale, lo está haciendo.
En circunstancias normales, no importaría. No importaría que Yukiy le mirara de esa forma, entre molesta y herida, entre la lástima y la comprensión. No importaría que la mano sobre su muñeca dejara aquella marca roja ni que sienta los labios amoratados por el creciente frío al correr con la ropa mojada. No importaría, pero ahora lo hace y no sabe exactamente por qué.
Se suelta, retrocede, choca con la puta raíz saliente de un árbol igual de estúpido y cae. Porque caer está de moda, es su marca y aunque ese no es el momento, escucha la voz de su hermano burlándose en su interior. Junto con la propia que no sale.
- Kyle... – Es una súplica, es voz lánguida que muere en la garganta, se hace pequeña y se desvanece. Y todo eso, a él no debería importarle, porque le odia.
- Vete.
- Por favor...
- ¡Qué te vayas!
La lluvia vuelve a iniciarse, tranquila, serena, sin ruidos, sin daños, mojándole cuando aprieta los puños en la hierba y arranca con fuerza las briznas. No se atreve a mirarle.
- ¿Qué tengo que hacer para que me escuches?
Es silencio, es una respuesta que se pierde entre sus labios y no sale, que ahoga y se traga porque no puede decirla. Está enfermo, está mal.
Devuélvemelo, Yukiy, devuélvemelo, por favor...
***
No intenta escapar otra vez, mientras caminan por el interior del castillo. Se siente custodiado, vigilado, como si fuese un criminal, alguien de cuidado. Quizá lo sea, porque su voz insiste en destrozar a Yukiy hasta que no quede nada, ir tras Sei y hacer lo mismo. Como si eso pudiese solucionar algo, algo que, en realidad, no tiene ya remedio.
- Seichii está deprimido, Kyle. Él necesita que le perdones.
- No importa, que se joda.
Es lo único que dice, la única respuesta a todo comentario que hace el rubio para hacerle sentir culpable, para provocar que regrese con Sei, que le hable. Que le perdone. Y se lo merece, el perdón, lo sabe, porque Seichii es... Seichii. Y vale, le tiene idealizado, pero su orgullo –puto orgullo Odergand- le obliga a odiarle. O no odiarle. Sentir rencor, sentirse herido.
- No estás siendo razonable. Verdaderamente te necesita. Más que yo.
- Debieron pensarlo antes de mandar mi vida al caño.
Y no menciona que eso había pasado mucho tiempo antes, cuando cometió su primer error, cuando dejó que su maldita curiosidad infantil le guiara entre pasillos, siguiendo aquel juguete tonto. No menciona que él decidió creer por si mismo en las palabras de William, en sus promesas vacías. Que él siempre lo supo, que estaba haciendo de su vida un asco, que algún día eso tendría que cambiar. No lo menciona, porque es más fácil decir las cosas como no son.
- Queríamos ayudarte.
- Pues gracias.
Yukiy parece derrotado, perdido, un poco lastimado y eso es satisfactorio. Siente el casi irrefrenable deseo de arrojarlo de las escaleras mientras suben, que se rompa el cuello, decir que ha sido sólo un accidente.
- Kyle...
Le molesta que diga su nombre y sigue sin mirarle cuando cruzan la sala común, rumbo a las habitaciones. Yukiy menciona algo sobre hablar, conversaciones urgentes, explicaciones y a él le suenan a excusas tontas para colarse en su habitación. Y maldita sea, lo logra y entra. Maldice que su compañero no esté, que todo esté tan silencioso y que Yukiy se tome la confianza de sentarse en la cama.
***
Lo demás sucede demasiado rápido.
No se besan, se devoran, son mordidas en sus labios y lenguas que se mezclan en una búsqueda de control, guerra en la cual no van a ceder y Yukiy lo demuestra cuando le deja casi sin aliento y le obliga a separarse parar respirar y volver a lo mismo. Son animales que se mueven uno contra el otro y buscan con manos trémulas más piel para explorar, meterlas bajo las telas húmedas, tocar, tocar y lamer, desnudar. Los dedos de Yukiy son tan finos cuando una mano acaricia su mejilla y desciende, lento y Kyle casi ni la siente porque está ocupado sintiendo otras cosas.
Kyle recuerda, vagamente, que hace unos instantes estaban discutiendo. Sí, recuerda que Yukiy no se defendía cuando él daba el primer golpe, incapaz de soportar la tensión, gritando en silencio cuanto lo odiaba, cuando le dolía, cuanto le hería.
Y sabe que pasó, porque los labios de Yukiy saben a sangre, a lágrimas y a algo que cree es verdadera culpabilidad.
Cuando suelta el primer gemido –con voz rasposa y un ardor en la garganta que no recordaba – en realidad grita humíllame. Lo grita en cada movimiento mientras desabrocha la corbata y él es el experto. Y quizá sólo le está usando, se están usando.
Por un instante todo es fricción y aún sobre él, se aferra a su poca cordura y autocontrol cuando musita un ‘no deberíamos’ que se muere cuando ya no hay más qué decir, porque Yukiy le calla, arrancando botones, deslizando la mano a su pecho y pellizcando un pezón después de delinear las cicatrices.
Humíllame. Sigue adelante, muerde sus labios, su cuello, su clavícula, no deja marcas, pero suplica que él las haga, que le marque, que tenga que ocultarlas, como siempre, como es rutina. Destrózame. Hace calor y suda, sus dedos se pierden en el cabello, dentro del pantalón, acariciando de manera casi autómata, sin prestar mucha atención a los gemidos bajos, a sus propios temblores cuando las manos blancas le recorren. Hiéreme, por favor. Y gimen y no importa si alguien entra, si alguien les ve, si no hay mañana, si no hay después. Es todo presente y el presente es tan efímero que no intenta retenerlo.
Deja que Eysenck cambie las posiciones y se ve bajo él, manos en su cintura, temblado y quiere más, necesita más, necesita el contacto. Cuando cierra los ojos ya no es Yukiy quien le besa, quien lame las lágrimas que no entiende cómo han surgido. Ya no es Yukiy y duele más, no quiere abrir los ojos y no lo hace ni siquiera cuando alza la cadera para dejar que el pantalón salga y él mismo le atrae, necesitado y gime contra su oído, muerde, lame y suplica, porque no le cuesta hacerlo. Porque realmente le desea.
Se desean.
Lo jodiste, Kyle, lo hiciste. Es pensamiento constante mientras se pregunta cómo rayos han terminado así. Tardó tanto en descubrirlo. Yukiy le quiere, tanto como Sei, probablemente. Lo siente en cada beso y cuando sostiene su mano con fuerza, cuando le abraza y casi llora contra su cuello y musita ‘perdóname’ insistente.
Muñequito imbecil. Lo siento. Pequeña perra. Ya no más. Bastardo. Detente.
Cuando se aferra a su cuerpo y rasguña, hunde su rostro en su cuello y gime su nombre –entrecortado, muerto, sin fuerzas- se da cuenta de que ha perdido.
Estúpido.
***
- Lo siento... Yo sólo...
Kyle mira el techo, como si fuese lo más interesante del mundo y una parte piensa que necesitará darse una ducha, cambiar sábanas. No han llegado al final, porque Yukiy es demasiado puro, demasiado amable, ya no tan hetero, pero no se atreve a tocarle del todo aún. Es un poco como William, piensa, porque William tampoco le tocaría.
Malditas comparaciones
- Quería...
¿Follar? La voz se ríe, por dentro y es un mundo entero, donde la voz con nombre escucha atenta y respondiendo con sarcasmos, con frases cortantes aunque Kyle no diga nada y ni siquiera piense bien en lo que el rubio le está diciendo.
- Quería hacerte ver... Seichii... venía a hablarte de Seichii.
Yukiy desvía la vista, se cubre con la camisa, busca vestirse y aún parece nervioso, inquieto, cuando le mira una vez más y Kyle no se ha movido. Piernas flexionadas, sin camisa, rastros de sudor, de lágrimas y saliva en su cuello, pecho, mejillas. Mira el techo y nada más, sin desviar la vista aún cuando el mayor se acerca y se inclina, le besa.
Es un beso vacío, muerto, carente de emoción y sin embargo, esa carencia es indescriptible, es tanto, realmente tanto...
- Deberías venir a hablarme de Sei más seguido. – Su tono es burlón y un poco frío cuando al fin responde, cerrando los ojos y manteniendo la sonrisa nueva, media y sardónica que comienza a cultivar. – O al menos terminar tus conversaciones como deben ser.
Lo siguiente que escucha es la puerta cerrarse.
***
La pelirroja –o rubia- habla. Sus ojos cobalto fijos en el cielo que es azul brillante y la cabeza apoyada en el pecho de Kyle, brazos estirados y aunque no hay sonrisa, Kyle puede sentir que está feliz bajo sus dedos cuando desliza la mano por su mejilla, en un caricia que es necesaria porque quiere sentirla ahí.
No escucha, porque se ha perdido en algún momento y porque la parte suya que desprecia todo no deja de sentir envidia y corroe, le hace sentir mal y no, para sufrimientos es ya suficiente. Son unos cuantos meses de amistad y Aine se ha vuelto importante. Y es lo único que le queda, francamente, aparte de Integra y algunos otros.
- ¿Le pasa algo, Makepeace?
Es Odergand. Quisiera decirlo pero no va a hacerlo porque no es un dato relevante. Niega con la cabeza y Aine se levanta, se sienta en la hierba y le mira fijo, escudriñándole. Ella entiende, trata de hacerlo, porque ha escuchado rumores, porque sabe que es cierto lo que se dice y no sabe abordar el tema.
- Estaba pensando... – Aine alza una ceja cuando Kyle le sonríe y es media sonrisa, juguetona y poco acorde. – En si Uilleam y usted ya han pasado de nivel...
Ella se sonroja y él siente que eso es un bálsamo temporal para su lío mental. Y espera la clásica discusión, que ella le llame pervertido y quizá terminen con gritos e insultos sosos que hacen un poco menos seria la vida.
- No desvíe el tema, Makepeace. – Es firme cuando lo dice y la mirada azulada recorre un camino desde el cabello oscuro hasta la parte de la camisa que está abierta – sólo un poco, uno, dos botones – y frunce el ceño. – Oh, pero veo que usted y creo ¿Iscariotte? han pasado de nivel. Dios, qué juventud tan precoz.
Ahora el sonroje es suyo y no es tanto vergüenza sino culpabilidad y recuerda y sabe que cerca de su pezón hay una mordida que se nota, que en su cuello sigue aquel chupetón que ha tratado de ocultar. Y las marcas interiores son más fuertes, más sensibles y hasta duelen. Y Yukiy también tiene marcas, las sabe, tres rasguños en la espalda y una mordida en el hombro.
Él tiene a su Integra. Que no le abandonará.
Y Yukiy tiene a Arzhel. No importa, Yukiy es suyo.
Son tan estúpidos.
- No... – Su voz se vuelve un murmullo y le parece tan extraño que así sea. Que esté a punto de ocultarlo, que se siente verdaderamente incómodo al respecto. Remordimientos, tal vez. Sólo tal vez. – De momento no quiero hablar de ello. No sea cotilla, Newbury. – Y la sonrisa le sabe tan falsa que se siente hipócrita.
Ella vuelve a acostarse y acurrucarse un poco, le acaricia el cabello y en sus acciones puede captar un no me convences, mentiroso que le sienta aún peor. Se lo buscó, después de todo. Cierra los ojos, se aparta un poco y es asco lo que siente por si mismo, reforzado por la voz interior que se burla y le llama cualquiera.
- Makepeace...
Abre los ojos y no la mira, pero la voz es un poco más alegre del usual frío. Presta atención y finalmente voltea, observándole y llevando su mano al cabello.
- ¿Cree que Sean quiera ir a mi casa en vacaciones?
Aine desvía el tema y él agradece, sonriendo con simple sinceridad y revolviendo el cabello, tratando de desatarlo antes de contestar un “tal vez, depende de qué le ofrezca”.
Ella le fulmina con la mirada, un poco sonrojada y él sonríe.
Vamos a estar bien.
***
Es un encuentro casual. Tres días después del anterior y Yukiy parece resfriado, un poco y también evita su mirada. No que la busque, claro está.
Yukiy insiste en hablar, él en ignorarle y acaban en un aula vacía, discutiendo casi a gritos –gritos suyos, Yukiy no se altera y eso es lo frustrante – y todo se sale de control cuando aprieta con sus manos la túnica y le atrae y Yukiy habla, -menciona a Sei, siempre lo hace- y es cuando necesita callarle, porque el tema aún duele.
Tres días después y la situación es tan familiar, manos bajo la ropa y contacto, mucho, demasiado mientras Kyle le aprisiona contra el escritorio y la presión de su rodilla sobre la entrepierna del rubio busca una reacción. Y no piensa, maldita sea, no piensa en lo que se están haciendo, en lo que están sufriendo y en que le odia, le guarda rencor, le tiene hasta miedo y de verdad que ya no sabe qué es lo que siente cuando Yukiy le besa, profundo y él finalmente se deja vencer.
Pero mantiene el control y es él quien vuelve a desabrochar la camisa del rubio, cuela las manos y busca, insistente, con sus manos y con su boca, un contacto que le abruma y le nubla la mente y ya no piensa en nada cuando logra arrancar sus propias prendas.
- Kyle... Sei... – Yukiy trata de articular entre besos y mordidas, respirando agitado porque el maldito de Kyle está moviendo su mano justo ahí – Tienes que hablar con él...
No responde, no hay tiempo para responder y francamente no quiere hacer nada que no sea destrozar el orgullo hetero de Yukiy que en una, dos, tres ocasiones pide que se detenga, que deje de provocarle, que no quiere dañar y que ohpordios, deje de hacer eso con la lengua.
Y recuerda que la indiferencia estaba ahí y que antes rechazó los besos, los cariños y cualquier contacto. Lo recuerda tan vagamente que no parece que haya pasado.
Cuando no puede más y sus fuerzas han escapado, Kyle deja que Yukiy le abrace. Que permanezca a su lado, le ayude a vestirse, a limpiarse y todavía tiene la delicadeza de besarle con un cariño que él no quiere ver. Sus caricias son tan familiares, la manera en que anuda la corbata, incluso la forma en que sus ojos gritan ese ‘perdóname’ que se queda grabado y al cual no puede ceder. Siguen sin ser los labios de Yukiy los que besa y muerde una vez más antes de levantarse y rechazar ayuda, saliendo de ahí, escapando.
Aún tiene el sabor de Eysenck en sus labios cuando cruza por un pasillo y distingue, entre la oscuridad y un poco lejana, la figura de Seichii que hace su ronda.
“Tienes que hablar con él”, dijo Yukiy.
- Imbecil...
Masculla con labios apretados, mientras se aleja, entre sombras, entre la nada, dejándole –dejándose – atrás.
***
- ¿Eysenck? Pero él... – Aine le mira fijamente y es que ha sido tan insistente en el tema que ha terminado por soltarlo. Son casi cuatro días de acoso después de que ella viera las marcas –las del primero, las del segundo encuentro – y al final ha terminado por confesar que sí, se ha acostado con un chico. Y menciona su nombre por error, o quizá no, pero lo dice y ella no parece creerle. Ni él mismo lo creería si no estuviese pasando.
- Lo sé - Sí, parte de la traición, también le hirió, también le quitó a su William y forzó su mundo a cambiar, no sabe si para bien o para mal, porque no encuentra el ansiado equilibrio, ya no más. Se siente perdido y herido y tanto, tanto más que son sentimientos sin nombre y mezcla de tanto que no es posible identificar. – Ya sé, Newbury, no necesita recordármelo.
- Es Eysenck, ¿sabe lo que estás haciendo? Usted decía... – Y se calla cuando le mira asentir, lentamente y sin embargo pareciera que es un gesto ausente.
Lo decía. Que le odiaba y aún lo hace. Que le detesta, que es un hipócrita, perro faldero, rubiecito molesto que no deja de joder con lo mismo y lo mismo. Y ahora siente horrible que cada vez que terminan comiéndose la boca y otras cosas, Yukiy mencione a Seichii. Diciendo que le perdone, que le hable, que deje de hacerle sufrir. Y al carajo con todo, que él también está sufriendo.
Aine frunce el ceño y sigue mirándole, con firmeza y de pronto parece mayor que él, más madura, grande y fuerte y él se siente tan pequeño, tan estúpido y es un niño que está siendo regañado. Por dentro hay una voz que insiste en callar a la mocosa, pero la quiere, la quiere y es una chica y no, no quiere herirla.
- Diga, ¿realmente le quiere? – Kyle guarda silencio mientras ella escruta su rostro con la mirada y sobretodo sus ojos, trata de arrancar la respuesta. No puede responder que sí, pero tampoco quiere decir que no. No le es indiferente y el sentimiento fluctúa entre aquel te odio lejano que alguna vez existió y ese deseo y necesidad. Y la sensación es familiar, demasiado familiar y abrumadora y al menos puede decir que no es tan fuerte, que aún le detesta más de lo que le quiere. Si pudiera cuantificarlo, claro está, pero no puede. - ¿Qué siente por él?
- Nada. – Ella suspira, niega desaprobando y se acomoda el cabello, un tanto incómoda, porque el tema no es sencillo de manejar y conoce, superficialmente, el historial de su amigo y diablos, no quiere lastimar más.
- No es un juego. Kyle, escúcheme, si le lastima, si se lastiman... – Aine pierde la voz unos instantes porque Kyle la mira fijo ahora, firme y con irritación en los ojos zafiro que tratan de mostrarse tan opacos como usualmente. – Ya basta. Si no siente nada por él, deje de jugar con sus sentimientos.
Hay silencio unos instantes y ella se mantiene firme en su lugar, sin mover un músculo y Kyle mantiene el rostro de cera un poco más. La tensión se puede sentir, pesada sobre ambos, hasta el momento que el chico esboza una media sonrisa, casi juguetona, burlona.
- No es nadie para decir qué puedo o qué no puedo hacer, Newbury. – la voz suena fría, cortante y el matiz afilado, soltado en un susurro, en un siseo defensivo no ayuda en nada a que la tensión se vaya.
- Soy su amiga y no quiero que salga más lastimado. Y quiero que entienda que lo que hace no es correcto, Makepeace - ¿Correcto? Kyle se pregunta qué es lo correcto y francamente no le importa mucho. Fija la mirada en ella, la sonrisa no se borra y avanza un par de pasos. Aine se mantiene en su lugar, sin apartar la vista, en un duelo que no va a perder – No puede ir por ahí jugando con las personas. Ni acostándose con ellas para pasar el rato. Por Dios, tiene trece años. Es un...
- ¿Un niño, Newbury? ¿Usted también se traga eso de que soy un niño? – Su voz se alza un poco, sólo un poco y aún tiene ese tinte de terciopelo que sólo Yukiy había escuchado. Aine calla, mordiéndose los labios y él se atreve a tocarla, coloca su mano en el hombro de la chica, sin presionar – Es mi vida, Newbury. Me acuesto con quien me da la gana. Usted lo sabe, ¿cierto? El por qué William terminó en la cárcel.
- Tiene trece años. Es un niño. – La voz de la pequeña es igual de rígida que siempre, un poco fría, un tanto preocupada y en el fondo, es desesperación. Y no responde, no del todo cuando él habla y pregunta, asintiendo con la cabeza. – Lo sé. Yo...
- Oh, no sienta lástima – La voz insiste en hablar por ella misma y él se lo permite, porque es mejor, porque la quiere lejos, a todos y no halla la manera de evitar tanto que siente. Se inclina un poco, pasando sus labios por el cuello de la chica y sólo eso, soplando un poco sobre el cabello. – En realidad me gustaba, ¿sabe? Ser una perra. – Miente y no le parece mentira cuando realmente no sabe ni lo que dice y la suelta, apartándose unos pasos, alzando la varita, apuntando. Y no quiere hacerlo, realmente no quiere.
- No sabe lo que dice – Se mantiene serena y Kyle casi puede admirarla y odiarla por igual. Deja de ser remanso de paz y son aguas turbulentas cuando ella avanza, pese a que él le apunta, con su propia mano tomándole de la muñeca, haciéndole bajar el brazo.
- Usted es quien no entiende. – Y por un instante su voz no es tan fría y se cuela algo, un poco de ese desasosiego que le invade. Pero es sólo un traspié que arregla pronto, debilidad que se desvanece cuando la aparta un poco – Yo no soy Uilleam para que me venga como la gran salvadora a tratar de rescatarme. – Y la idea pasa por su mente y la sonrisa se acrecienta en las comisuras, extendiéndose un poco más - ¿Y para qué? De todos modos Uilleam prefiere a Kavanagh, eso se nota.
- No hablamos de Sean, hablamos de usted, Kyle. – No se deja vencer, no deja que duela y si lo hace no lo demuestra, manteniéndose en su lugar.
- Yo hablo de Uilleam y Kavanagh. Que seguro deben estar dándose el lote a sus espaldas – Trata de hacer que duela y no sabe si lo está logrando, pero se siente mejor, aunque no debería. Ella sigue sin mostrarlo, nada, aparte de la ligera irritación ya más que palpable. – Ahora resulta que Uilleam no es más que una puta.
Siente, de pronto, el sabor de la sangre dentro de su boca y sonríe satisfecho cuando lleva la mano a su mejilla y palpa sobre la piel enrojecida. Aine mantiene la mano en alto, mirándole y es furia e indignación, mezcla de sentimientos y ella debe sentir dolor.
- No se atrevas a volver a decir eso de Sean – Baja la mano, despacio y sus ojos ya no le miran, al menos no mientras ella se muerde un poco los labios, se acomoda el cabello y respira profundo. – No hablábamos de Sean...
Y Kyle lo sabe, que hablaban de él, de Eysenck, de dolor, de evitarlo y de que hay ahí una amistad, pese a todo, porque Aine es siempre Aine y es la que él conoce, incluso ahora, que ha lastimado, porque ambos saben, demasiado bien, que el asunto de Kavanagh y Uilleam es tema doloroso, prohibido y que realmente ella se siente insegura y amenazada. Como él, actualmente y no entiende por qué.
- Cierre ya la boca y deje de joder, Newbury. – Y ella frunce el ceño, molesta, aún más y se acerca un paso más. Kyle la observa y antes de que ella pueda tocarle, le toma con fuerza de la muñeca, apretando, deja marcados sus dedos – Esto no es su asunto.
- Deje de estar haciendo escenitas estúpidas y asuma la realidad. – Kyle aumenta la presión y gira un poco y ella reprime el quejido, porque no va a ceder y aunque clava las uñas en la mano que le aprieta, no logra soltarse. - Está haciendo daño. A Eysenck, a mi, a todos sus conocidos, a usted mismo. Makepeace...
- Es Odergand. Mi apellido es Odergand – Interrumpe con voz cortante y si su intención al principio era no hacer daño, ahora le parece recuerdo lejano y borroso. – Y deje de darme sermones.
- ¡Sólo quiero ayudarle! Kyle, déjame ayudarte, tú no...
Pero vuelve a ser interrumpida, la mano soltando su muñeca, alzándose, deteniéndose un poco antes de golpear. Kyle la mira, con ojos de vidrio, con rostro de cera y ella no quiere romperse y se mantiene entera lo mejor que puede. Porque él iba a golpearla, porque él la está lastimando. Porque parece tan perdido. Porque no es el Kyle Makepeace que conoce.
- Aléjese de mí, si sabe lo que le conviene, Newbury – La advertencia es clara cuando se da la vuelta y cuando ella trata de retenerle, la empuja. No es tan frágil como parece, quiere dar a entender. Se aleja despacio y escucha el silencio, se envuelve en él. Y puede sentir la mirada cobalto, derrotada. Casi, casi puede decir que le duele.
***
Eres un estúpido. Y no entiende qué ha pasado o cómo es que las cosas acaban así. No importa, realmente y Aine desaparece poco a poco de lo que es él mismo, pese a que aún pueda escuchar sus palabras cuando llega al baño de chicos y se moja la cara. Cuando se mira en el espejo, le cuesta reconocerse.
Y su vida es una mentira. No es un niño, no es, no se siente siquiera humano. Acaricia con sus dedos el cristal, siguiendo en su imagen el reflejo de algo que parece ser lágrimas. Falsas, hipócritas y se reclama.
¿Es eso dolor? ¿Lo sientes?
Está haciendo daño. Se da cuenta que se queda solo, que los va apartando, que no le importa necesitarlos. Que tampoco los merece.
El dolor -¿Realmente es dolor? ¿Es real? – es como el fuego y llega a un punto crítico, cuando es tan profundo que no se siente, cuando el daño es tan grave que es imposible sentirlo más. Y es el vacío lo que le cuesta soportar.
¿Duele? Profundo, hasta acabar con todo.
Es todo que se convierte en la nada.
***
No puede esperar cuando le ve. Caminando por el pasillo, los libros en sus brazos y ni siquiera se molesta en llevarlo a algún lugar más privado. Se acerca, paso firme y antes de que Eysenck entienda qué sucede, le suelta un puñetazo que da de lleno en su rostro y sin embargo, no es tan fuerte como quisiera. La gente les mira.
- ¡¿Qué rayos te pasa?! – El rubio reclama, acariciándose el golpe sin atreverse aún a levantar él la mano contra el chico, limitándose a mirarle irritado, recogiendo un par de libros que han caído.
- No, ¿qué mierda te pasa a ti? ¿Por qué se los dijiste? – Y se refiere a ellos. A Diana, a Marshall. A Marshall que ha tratado de hablar con él, que ha mandado insistentes cartas y es casi doloroso cuando le ordena alejarse de ‘su hermano’, cuando trata de razonar con él, cuando pierde el quicio y finalmente se rinde y es una ruptura total.
Cuando Diana le ha dicho que Yukiy no merece ese trato y que eso que hacen está mal. Cuando le recuerda que existen Integra Iscariotte y Arzhel Lonsdale y que ellas también van a sufrir. Hace que duela y que se arrepienta. Y Yukiy jamás debió decirlo.
- ¿De qué...? – Y parece captar, mientras mira alrededor a las personas que se han detenido para presenciar la discusión y masculla un ‘cotillas’ mientras camina hasta el menor y le toma del brazo. – Los pasillos no es lugar para hablar sobre esto. Vamos.
No responde y se deja guiar. Y Yukiy está perdiendo una clase para resolver -¿se puede? – el problema y terminar la discusión. Que, como sabe, terminará con ambos en la cama, sudorosos, cansados y con la sensación de vacío en el estómago, sin palabras y la marcha silenciosa, fingiendo que nada ha pasado. Porque no tiene mayor significado, son sólo acostones sin cariño y él está acostumbrado.
Abre la puerta de su habitación y el lugar está tan silencioso que puede escuchar su propia respiración dolosa. ¿Y a quien le importa? Ya ni siquiera a él le molesta saberse muñeco manipulado o titiritero moviendo hilos invisibles y apretando. No valía la pena y aún no lo hace.
- Volviste a hacerlo – La voz del rubio suena un poco fría cuando se sienta en la cama y señala con la mirada las vendas del chico. Kyle asiente, encogiéndose de hombros, restándole importancia. – Kyle, esto no puede seguir así.
- ¿Por eso se los dijiste? – Le reclama, parado frente a él y la mirada fija, penetrante y aunque parece imperturbable, por dentro tiembla y escucha y maldice que tengan razón, que ambos tengan razón y él no pueda -¿no quiera? – hacer nada para cambiar las cosas.
- Kyle... – De pronto parece tan pequeño ante los ojos de Odergand y la parte razonable de él ya dice ‘déjalo ir’. Aún no, aún no. – Debemos detener esto.
Se acerca y se sienta en sus piernas, una rodilla a cada lado y los brazos alrededor de su cuello, sin tumbarle aún y es cercanía, es calor y más que nada necesidad y es un reemplazo de William, el cual jamás le tocó, de quien no obtuvo sino uno o dos besos castos y no lo esperado. Pasa sus labios sobre los del rubio y besa, despacio, controlando el instinto animal que dice hazlo ya.
- Basta, Kyle – La voz de Yukiy es un susurro, con las manos en su cintura y correspondiendo, lento y dudoso, como la primera vez, los ojos entrecerrados y su respiración se corta cuando siente la mano del menor subiendo por su pierna. Pero no quiere caer, no va a caer esta vez. – Deja de hacer esto.
- ¿Hacer qué? – Kyle susurra contra su oído y lame un poco, porque ya conoce los puntos sensibles y le es fácil. Y tiene que hacerlo ahora, porque tiene que acabar la conversación, apagar su mente y olvidarse de las palabras, de los gestos, del sentimiento que va surgiendo poco a poco y no sabe bien cómo manejar. Siente manos sobre las suyas y piensa en que le guíe. Pero el agarre es firme en las muñecas y se obliga a separarse un poco y alzar la mirada.
- Dije que esto se acaba – Firmeza que está sólo presente en sus manos y en esos ojos verdosos, Yukiy le mira fijo, semblante endurecido y está fingiendo. Se hace del rogar, piensa, y a él francamente no le desagrada la idea y roza las caderas del mayor con las suyas, tacto, roce, calor y recarga la frente en su hombro.
Lo siente tensarse bajo su piel, entre su cuerpo, bajo las ropas y sonríe, satisfecho, cuando las manos del rubio sueltan las suyas y puede explorar de nuevo el cuerpo a su antojo. Y de pronto está boca arriba, en la cama, ojos entrecerrados y el cuerpo –que es sólo un cuerpo, un objeto, su juguete- se siente sobre el suyo. “Hazlo”.
- ¿Qué es lo que no entiendes? – Y hay algo malo ahí, porque Yukiy no le besa, no le toca y no se mueve, le sujeta con fuerza contra la cama, le inmoviliza con sus rodillas, con sus manos y el gesto es duro, frío y ese no es Yukiy.
- Por favor – Es un susurro, casi suspiro cuando lo suelta y tiembla. Cierra los ojos, intenta alzarse un poco, lucha. Le necesita, le necesita. Es sólo eso, todo, tanto, nada – Will...
- Yo no soy William.
¡Mentiroso!
- Por favor... – No le mira, no va a mirarle. Yukiy tiembla sobre él, se estremece y Kyle siente -aunque no quiera- dolor. Dolor, culpabilidad, miedo. Miedo y presión sobre sus muñecas y quedarán marcas.
- No quiero hacerte daño.
¡Destrózame!
- ¡Por favor!
- ¿Qué es lo que quieres? Dímelo, ¿qué quieres?
¡Humíllame!
Guarda silencio, la mirada perdida en el verde intenso, en el verde bosque, en la profundidad, en la textura y esa barrera que jamás imagino que encontraría en los ojos de Yukiy. Guarda silencio, respira agitado, masculla un ‘jódete’ que apenas se escucha y gira el rostro, mirada en la pared, las cajas de música, los rastros de humedad, lo que sea.
Qué patético.
- Creí que valías la pena.
***
- Creí que sabías que no – La voz surge, filosa entre sus dientes y no mueve su cuerpo, no más allá de su respiración y de la sonrisa, media y entre divertida y dolosa que se dibuja en sus labios.
- Ya me doy cuenta – En las palabras hay amargura y Kyle recuerda que hace mucho había esperanzas y hasta dulzura en la voz y esa promesa omitida, promesa que no quiso aceptar. - ¿Qué soy yo, Kyle?
- Un imbecil – Y un perro. Y él una perra, razona, piensa y llega a la conclusión de que es normal, que siendo ellos, hayan acabado de esa forma y ni siquiera le molesta. No le molestaría si en vez de hablar, Yukiy gimiera, porque la conversación le está cansando.
- No... ¿Qué soy para ti? – Se desmorona, Kyle puede sentirlo en sus dedos, la manera en que se resquebraja y ha llegado a un límite. Como Aine, como él mismo. Como será con Seichii. Como con todo y todos. - ¿Soy tu juguete? ¿El reemplazo de tu padre?
- No puedes dejarme. – Asegura, porque no está seguro y no hay más. Son lazos, cadenas de cristal, tan frágiles. Se destrozan.
- Puedo y lo haré – Dice y no va a llorar ni demostrar que le duele porque Yukiy sabe que es lo correcto, porque él no lo ama. Lo que hacen no es correcto. Y no es juguete de nadie, no es un puto reemplazo ni es un plato de segunda mesa. - ¿Sabes por qué hicimos lo que hicimos? ¿Por qué te alejamos de William?
- Ganas de joder, seguramente – Miente, tono despectivo, rostro de cera.
- Porque te queríamos. – Yukiy ignora, ignora todo y se concentra y es la última vez que lo dirá, que le hablará. Poner fin a todo, se repite, acabar con eso y continuar. Porque Yukiy sabe que se merece algo mejor. – Y confiábamos en que te darías cuenta de que te amábamos.
- Vaya manera de demostrarlo.
Maldito, maldito orgullo. Estúpida necedad.
- Pero ya no más. – No hay quiebre y Kyle mira curioso. Verde y fortaleza, verde y convicción. Duele tanto, tanto – No soy el reemplazo de William. Y tampoco soy tu perro ni tu amante ocasional.
Cállate. Cállate. Cállate.
- Amo a Arzhel. Y ella no se merece que le haga esto. No merece que la engañe. Y yo no merezco todo el daño que me haces. – No va a romperse, no va a mostrarse. Cuando Kyle siente el peso que se va no hace intento de retenerle, no se mueve. Lo sabe, cuánto ha dolido, cuanto le ha lastimado. Que sólo le ha utilizado. Y no se arrepiente.
Yukiy...
No quiere arrepentirse.
- Esto se acaba. No estoy dispuesto a sufrir por ti. – Habla firme cuando gira el pomo de la puerta y abre, despacio, como si costase. Y tal vez así sea porque Yukiy le quiere. Porque él mismo le tiene aprecio. Aprecio, odio, ambivalencia.
Yukiy...
- Creí que podías ser salvado. Creí... que importabas.
Duele. Duele y es tan cierto que ni siquiera puede reclamarle cuando lo escucha, cuando se sienta en la cama y le observa y la silueta se ve difusa, lejana y no es Yukiy y a la vez lo es tanto que siente que va a quebrarse. Es un cuadro impresionista, realidad presente y efímera cuando Yukiy se gira –un momento, es sólo un instante- y le mira, directo a los ojos y lo siente a través de él.
¡Yukiy!
No te vayas. Quédate. Idiota. Perdóname. No te vayas. Estúpido. No te vayas.
- Me equivoqué.
¡No te vayas!
Para cuando logra entender, cuando las palabras dejan de hacer eco en sus oídos y se acalla el sonido de su voz, su propia voz que no sale y se ríe, Yukiy ya no está.
La puerta está cerrada, Yukiy tan lejos, la distancia enorme y algo que no es ni su voz, no es ni su conciencia pero que es completamente suyo, repite como un mantra “te lo mereces”.
***
- ¡Yukiy!
La voz es masculina, un tanto infantil, educada, alegre. Lo piensa, lo piensa mucho antes de llevar la mano a esa puerta y ni siquiera alcanza a tocarla porque se abre desde dentro y puede verlos. Es un vistazo rápido y les conoce, a todos.
Los ha perdido a todos ellos.
El sonido de la máquina es opacado por el sonido estruendoso de su corazón conforme les recorre.
Castaño y miel, el joven Uilleam está sentado a la derecha de Yukiy, la sonrisa amable, la curiosidad en la mirada y esa fragilidad revestida de fortaleza. Y le mira, amable y cordial, con esa educación característica. Kyle no puede evitar sentirse incómodo.
Aine le mira menos directamente, no sonríe pero su semblante es amable y hay paz y una mano está posada sobre la de Sean. Cuando al fin dibuja una sonrisa no puede ser sino un poco pequeña, algo amarga y demasiado, demasiado indulgente. Kyle desvía la vista, no lo merece.
Diana mira con nostalgia a través de la ventanilla –su último año, es la ida sin retorno – y no vuelve la vista sino hasta que el silencio se siente presente y se ha vuelto pesado. Sus ojos tan azules, tan verdes, brillantes, se clavan en él unos instantes y a través de los labios finos se trasluce una sonrisa.
- ¿Entras? Aún hay lugar.
Desvía la vista, sin querer y lo observa a él.
El cabello rubio y los ojos verdes, la piel pálida, ya sin marcas, la cicatriz en el cuello, tan pequeña, tan importante. Yukiy le observa sólo unos instantes y es silencio y en sus ojos algo que Kyle no llega a entender y que quizá nunca lo haga.
Es Yukiy Eysenck y nadie más que él. Es Yukiy Eysenck y no William Odergand. Es Yukiy Eysenck y esa es la realidad.
Son como las estrellas en el verdadero cielo. La lucha constante y la colisión inminente. Gravedad y el azar o el destino. Estrellas que se atraen, que chocan, que se destrozan una a la otra y se colapsan.
Kyle se da la vuelta, cerrando la puerta, avanzando por el pasillo del tren, lejos, lo más lejos posible, para no verlo, para no recordar, para no sentir lo que siente y no lastimar.
Son estrellas.
Yukiy se merece ser feliz.
No sobreviven a la colisión.