leitmotiv: (Default)
leitmotiv ([personal profile] leitmotiv) wrote2011-08-10 12:50 am

Dies Irae. Tabla Media. #32

Fandom: Dies Irae
Personaje: Richard Eysenck
Tema: #32 - Papá
Notas: Algo corto y bastante general. Sorry si puede resultar confuso.

Richard odia muchas cosas de su infancia, la que considera la peor etapa de su vida y algo que prefiere mantener en el olvido. No porque alguna vez le hayan lastimado en ese entonces, porque no, porque nunca en su vida recibió ni un golpe y la indiferencia no es algo que le afectase demasiado. Pero Richard odia su infancia. Recuerda que cuando era niño era muy pequeño y parecía frágil, que cuando era pequeño era ingenuo –aunque la gente piense que aún lo es- y sobretodo estúpido e inútil.

Papá lo decía, pequeño, frágil, estúpido, inútil. Siempre le trató de imperfecto, menospreciando los pequeños logros. Y Richard realmente se lo creía, tratando por todos los medios de cambiarlo, de cambiarse y dejar de serlo.

El padre de Richard se llamaba Franz. Franz tenía el cabello rubio y ojos muy verdes, bastante alto y fuerte, grande y poderoso, con una mirada dura que obligaba a obedecer y sin embargo tenía una voz tan suave, con un toque aterciopelado que a Richard alguna vez le causó escalofríos.

Antes, Richard creía que Franz le quería. Algunas veces, cuando se colaba en el estudio y Franz le miraba, así, como si no existiese, pero no decía nada. Ni ‘apártate’ ni ‘vete a dormir’. Franz sólo guardaba silencio y él entraba, sentándose en el suelo, junto al sofá, mirando el crepitar del fuego o sólo acurrucándose, un poco, contra esa mano que ocasionalmente viajaba a su dirección, acariciando su mejilla o revolviendo su cabello.

Ahora piensa que no era cierto, en realidad, que era un simple reflejo y que debió verse patético ahí, cual animal a los píes de su amo.

(Su orgullo se resiente y prefiere incinerar sus recuerdos.)

Y Richard creía que debía obedecer. Todo, siempre. Lo que Franz dijese, lo que él ordenase, intentando siempre hacerlo lo mejor posible. Pensaba que podría cambiar las cosas, convencer a su padre de que él era un buen chico, capaz de seguir el camino que Franz había trazado para él. Siguió meticulosamente los estudios, pese a que siempre, desde el principio, odió el piano y la música de violín que se forzó a aprender y odió con toda su alma a muchas personas de las que se volvió un “amigo” por capricho de su padre.

Por eso le asquea mirar atrás y observar la marioneta que era, movida por las cuerdas de su padre, a su antojo. Y pensar que lo permitía, que incluso lo deseaba.

Recuerda haberle seguido a todas partes, tomado de su mano, sonriendo estúpidamente cuando él le decía que lo hiciese, saludando con modales propios no de un niño, sino de un adulto, pidiéndole seguir el hilo de conversaciones atiborradas de palabras desconocidas, de conceptos nuevos. Y a Richard le gustaba eso, porque creía, realmente creía, que Franz le estaba considerando un igual.

No era cierto, por supuesto, pero él prefería vivir mintiéndose sobre ello, aún cuando en casa Franz se reía, ahí, frente a su cara, de los errores cometidos y luego dejaba de reír, mirándole de esa manera fría con que solía mirar a todo el mundo y le llamaba “tonto” con un tono falsamente cariñoso que a Richard le revolvía las entrañas.

(Es tanta la humillación que si pudiese, borraría de su mente cada orden acatada.)

“No te entusiasmes por cosas tan pequeñas, aún sigues siendo un inútil” Decía su padre, cuando le mostraba sus calificaciones, de pequeño. Entonces asentía, subía a su habitación y echaba a la basura la emoción y la felicidad, trazando nuevas metas, altas, muy altas, para que su padre le viera.

Las alcanzó, todas. Número uno en clases, ser parte del consejo estudiantil, ser miembro activo de varios clubes. Fue esforzarse hasta el cansancio, hasta sentirse tan agotado que podía jurar que hasta respirar dolía. Y se encargó, además, de adjudicarlo todo a su padre.

- “Mis padres son los que me han hecho lograr todo esto” – Mintió, cuando se graduó de la Universidad. –“Sin su apoyo no hubiese podido llegar tan alto”

Y tal vez fuese cierto, que sin ellos, que sin él, no hubiese llegado tan lejos. Aún así, está seguro que hubiese preferido muchas otras cosas.

Está seguro que hubiera preferido tener sus propios amigos, sin tener que fijarse en la posición social –un poco como William que se juntaba con aquellos vagos. Le regañaba, claro, pero por dentro no podía evitar envidiarle-. Incluso, hubiese querido conocer a alguna chica e ilusionarse con ella, sufrir un poco por amor, darse el lujo de prodigarse algo de zozobra y no sólo estar ahí, pasando de mujer a mujer a sabiendas de que su destino estaba ya fijado por su padre desde hacía mucho. No que le moleste haberse casado con Joanna, porque la ama, pero le hubiera gustado amarla por si mismo y decidir por si mismo si quería o no desposarla. Fueron tantas libertades que no se atrevió a darse, tantos momentos los que dejó escapar.

(Lo que ha sacrificado no puede recuperarlo. Lo que ha obtenido no tiene verdadero valor.)

- “Cuídate mucho, hijo” – Su padre le despide, en el aeropuerto, con la sonrisa que a Richard se le antoja casi verdadera y le rodea con un brazo, atrayéndole, como si realmente le quisiera.

- “Lo haré, papá” – Tal vez es que ya ha aprendido a fingir, después de tanto tiempo y no puede evitar hacerlo.

Richard está seguro que su padre sabe por qué se va del país. Por qué de pronto siente que debe escapar, alejarse, perderse y ya nunca volver.

Después de soportar tanto tiempo, ha acabado por cansarse, ha terminado por asquearse de si mismo, de odiar todo aquello que tiene, que ha obtenido sin desearlo. Richard está cansado, tan cansado que tiene que huir, como un cobarde, de las manos de su padre.

- “No te olvides de visitarnos.” – Dice su padre y Richard miente, diciendo que lo hará. Presiente que Franz lo sabe, que no va a volver, que, probablemente, la próxima vez que se vean Franz estará muriendo y Richard esperará, pacientemente y quizá con ansias, el momento en que deje de respirar.

Será sacarse un peso de encima.

(Cuando Franz muera, podrá ser libre. Eso espera)

No es que odie a su padre. No, para nada. Simplemente se odia a si mismo, cuando está bajo el poder de su padre. A su padre no, a su padre lo ama y lo amará siempre, porque es su padre.

Pero, cuando muchos años después le ve y se sienta al lado de su cama, sosteniéndole la mano y escuchando de los labios de su padre aquel “fuiste un buen hijo”, no puede creerle. No puede tampoco creerse sus propias ideas, no puede sólo tratar de justificarlo todo con aquella manera infantil de pensar.

“Muérete de una maldita vez” Susurra, molesto, esperando que su vida se esfume. No puede, pese a todo, perdonarle. Y no puede tampoco perdonarse a si mismo por sentir de esa manera.

Y contra todas sus predicciones y esperanzas, cuando Franz finalmente muere, no se siente libre.

Post a comment in response:

This account has disabled anonymous posting.
If you don't have an account you can create one now.
HTML doesn't work in the subject.
More info about formatting