leitmotiv: (Default)
[personal profile] leitmotiv

Tema: 28# Violación
Pareja: William Odergand/Mattesa Oxford + Youji Izumi
Rating: R, ligerito.
Palabras: 1,000
Tabla: Pr0n
Notas: =P Future!fic, en la línea del RPG, cuando William cae en la cárcel gracias a Sei y Yukiy, junto con Izumi, gracias a Nicholas. Y pues eso, que Izumi tiene una obsesión insana por los Odergand (y por otras familias como la Tsukeda y Sasamine, pero eso aparte XD

El sexo siempre será sexo. Una mecánica similar eternamente, meter y sacar y lamer, morder, tocar. Siempre un juego de palabras o la falta de ellas, una actividad física originada por instinto.

Y sin embargo, cuando Izumi le empuja contra la pared de aquel cubículo en el baño de la prisión, no puede evitar pensar que Mattesa estaba equivocada cuando le dijo que el sexo siempre era bueno y que la carencia o presencia de sentimientos no era impedimento para el disfrute. Siente la presión contra su cuerpo y una mano alzando las suyas, labios en su cuello y la lengua detrás de su oreja. Aunque, es posible que sea porque realmente hay sentimiento ahí, que no puede ser placentero.

Mattesa a veces le hacía eso, de sostener sus manos por lo alto y apresarle, como a un animalillo. Mattesa lo hacía frente a él, con la sonrisa divertida y él podía sonreírle de vuelta. Cuando Izumi lo hace, es de espaldas a él y no es tan malo porque realmente prefiere no mirarlo.

En cierta forma es algo merecido. Cuando las manos de Izumi recorren su pecho y halan su ropa y finalmente desgarran y él se estremece por el frío. Y defenderse es caso perdido, así que no se atreve a quejarse cuando le muerde en el hombro, sobre una marca ya hecha y es como si la repintara sobre su piel. Mattesa siempre le hizo marcas, pequeñas, que no dolían, que se atrevía a mostrar con orgullo frente a Allan. Izumi vuelve a presionar, suelta sus manos y le recorre, llegando a su entrepierna y pellizca, por el placer de provocar, de lastimar, de hacerle gemir.

Lo que William siente es asco y quisiera desaparecer –y a veces reza por ello- pero debe cumplir con la condena. Que no es el encierro, sino eso que Izumi le hace, ahora que rasguña y muerde y es como debería ser, pero no es agradable. No hay preámbulos y cuando el resto ocurre es casi inesperado. Es dolor que le penetra con fuerza y siente que va a romperse, que debería gritar y quizá lo hace, pero no está seguro. Algo de él muere. El resto agoniza entre las manos de Izumi cuando embiste y eso que escurre es un poco de su sangre.

Tenía quince años, cuando ocurrió, cuando pisó una celda –robar un auto, dios, ¿cómo se le ocurrió participar en eso?- y ese mismo día Mattesa se enteró.

- No hagas esas estupideces -, dijo- No sobrevivirás en un lugar así.

- No soy un debilucho, Mattesa.

- No tienes idea de lo que te harían ahí.

- ¿Violarme? Tú lo has dicho, el sexo es sólo eso.

- Aún así, William…

- Ya, no pasará. No soy tan idiota. – Sentenció.

Pero lo fue, por cometer tantos errores y entonces acabó ahí. Muchos años de cárcel para él y felicidad para los demás, la vida bellamente justa e Izumi follándoselo. Las cosas como deben ser.

Trata de ignorar las palabras contra su oído –gimes igual que tu hijo, pequeña perra- y sus piernas tiemblan, manteniéndose a duras penas de rodillas contra la pared. Sus uñas raspan y duele y ese ligero dolor, punzante, es una bendición dentro de todo, porque es algo que le distrae. Luego Izumi le amordaza y es de nuevo un alivio, porque ya no puede escucharse gemir.

Su cuerpo reacciona, inevitablemente e Izumi toca, como si fuese suyo, como si le perteneciera y, a lo ojos del resto de los reos, lo es. Desde aquella primera vez, tras las bambalinas del taller de teatro, reafirmado cuando le mete mano en el comedor y las visitas comunes a su celda. William trata de creer que eso no es cierto y se miente mil veces, mientras aprieta con fuerza los ojos y le puede sentir, rodeándolo todo, dentro, fuera. Quema. Duele.

Una vez jugó a eso, con Mattesa. Él era un violador y la sorprendía por banda en la ducha. Tenía dieciséis años y ella veintitrés, y fue divertido, porque fue un juego, porque ella sabía que él no iba a lastimarla aún cuando le cubrió la boca bruscamente con una mano y con la otra la obligó a arrodillarse. Aunque la insultara y forcejearan, él no la lastimó, ella no temió y ambos disfrutaron, muchísimo y al final rieron. Nada que ver con Izumi.

Y la extraña. De cierta forma la extraña, porque tal vez ella le hubiese hecho ver que estaba mal, desde los diecinueve años, desde incluso antes. Porque ella le hubiese golpeado contra la realidad y hubiese dicho “por ahí no, mocoso idiota” y tal vez se hubiese salvado. Pero creer en eso es estúpido, porque sabe que nunca la hubiese escuchado.

La mirada de Mattesa fue de completa decepción, de rechazo, de molestia y tal vez hasta dijo algo, cuando él se declaró culpable de todos los cargos. Sin teatro, sin reclamaciones, el simple “soy culpable” y fin. Y Rhett y Delilah. Loren ni siquiera quiso verle. Justicia, se llama eso.

William apenas puede respirar cuando Izumi embiste con más fuerza y se corre dentro de él, con las manos en sus caderas y las uñas clavándose y tarda un poco en salir, dedicándose a lamerle la espalda sudada. Cuando Youji se levanta, le besa, con delicadeza que es una burla y se ríe y luego se va, como si nada.

Mattesa decía que el sexo siempre sería sexo. Placer, deseo, necesidad.

Él tarda, tarda bastante más en moverse, en tratar de arreglarse, en lograr reconstruirse lo suficiente como para limpiarse y quedar presentable. Se lava la boca, se moja el rostro, rasguña en su antebrazo para tranquilizarse. Podría llorar, pero no es algo a lo que tenga derecho. Al fin, diez minutos después que Izumi, sale, directo a su celda e ignorando las burlas de algunos de los reos que saben lo que ha pasado. Él tiene que soportar. Es lo justo.

William sabe que no siempre es así.