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Tema: #13 Música
Personaje: Nicholas Izumi
Rating: G.
Tabla: Segunda tabla
Cuando era un pequeño, Nicholas Izumi lo intentó. Lo intentó innumerables veces, luchando contra la frustración y su impaciencia natural. Lo intentó, pero aún ahora, no tiene oído para la música. No distingue matices ni emociones tras la vibración de los instrumentos y tampoco le es posible identificar una nota en una partitura. Sonidos agradables, sonidos desagradables, conjuntos de puntos y líneas; es la única forma que entiende para clasificar lo que no sea silencio. Ruido, silencio. Y de vez en cuando murmullos y cosas que le parecen medianamente interesantes.
Ha tenido que acostumbrarse, por obligación, al sonido de la música instrumental. En el orfanato de su padre, asistió a clases junto con el resto de los niños, encerrados tras esas paredes, violín, flauta, teclado, resonando contra las paredes de piedra vieja y haciendo un eco sordo que le hacía recordar el ambiente de una catedral. Él tomaba el violín a duras penas, rasgándolo con cuidado, tratando de que este transmitiera lo que sentía, sin éxito. Mil veces lo intentó y las mil veces fracasó. Con todos los instrumentos, mirando con recelo y molestia a la pequeña rubia que era alabada por su padre, por el resto de los niños que ganaban atención. Odió, desde entonces, tocar, y se juró no volver a tomar un instrumento en sus manos.
Su padre le llamó caprichoso, trató de convencerle pero tras un par de negaciones seguras, dejó de insistir. Sin presiones, sin coerción y ni siquiera una mirada de decepción, porque Youji jamás le lastimaría.
Y ahora está sentado en la hierba, la túnica arrugada entre sus dedos, la mirada fija en las briznas que se mecen por el viento y el oído atento, aunque no tanto, porque Kyle está tocando y siente que algo dentro de él se rompe.
Su amigo lo hace con sentimiento, arrancando gemidos a la madera que él jamás pudo sacar, haciendo vibrar las cuerdas, haciéndolas temblar. Ojos cerrados, movimientos gráciles y una sensación extraña que va llenando poco a poco el aire.
Nicholas siempre pensó que una canción eran palabras dulces, tonos armónicos, tiempo de esfuerzo frente al papel para plasmar la letra. Siempre pensó que la música se leía de la partitura, se tocaba con el instrumento y se ejecutaba con concentración.
- Vas tú
La voz le interrumpe y le obliga a alzar la vista, contemplando, con reticencias, el objeto que le es ofrecido. Trata de negarse, imagina mil y un excusas y todas suenan convincentes. Estudia las palabras exactas para que su amigo no se moleste ni se sienta herido ni traicionado porque ‘ese fue el trato’. Tú tocas, yo toco. Y sólo porque sabía que al ravenclaw le encantaba ese sonido y amaba hacer lo que él detestaba.
Sonríe a modo de disculpa y abre la boca. El resultado es inevitable.
- De acuerdo.
Se levanta y ahora es el otro quien toma asiento en las orillas del lago, mirada que escruta la lejanía y gesto ausente. Nicholas se acomoda, trata de recordar cómo tocar y tras algunos segundos, comienza. La melodía es lenta, porque se siente inseguro, y melancólica, porque así le gusta. Toca una melodía que es sólo un recuerdo, tocándola con una sonrisa en labios, ejecutándola con aquella sensación dulce en el pecho que borra el peso de las mentiras y las traiciones.
Hace mucho, se juró no volver a tocar y aún odia hacerlo. Pero hay cosas a las que no puede resistirse.
Kyle sonríe, cerrando los ojos y musita algo que le suena como ‘tocas bien’.
Esa es una de ellas.
Personaje: Nicholas Izumi
Rating: G.
Tabla: Segunda tabla
Música
Cuando era un pequeño, Nicholas Izumi lo intentó. Lo intentó innumerables veces, luchando contra la frustración y su impaciencia natural. Lo intentó, pero aún ahora, no tiene oído para la música. No distingue matices ni emociones tras la vibración de los instrumentos y tampoco le es posible identificar una nota en una partitura. Sonidos agradables, sonidos desagradables, conjuntos de puntos y líneas; es la única forma que entiende para clasificar lo que no sea silencio. Ruido, silencio. Y de vez en cuando murmullos y cosas que le parecen medianamente interesantes.
Ha tenido que acostumbrarse, por obligación, al sonido de la música instrumental. En el orfanato de su padre, asistió a clases junto con el resto de los niños, encerrados tras esas paredes, violín, flauta, teclado, resonando contra las paredes de piedra vieja y haciendo un eco sordo que le hacía recordar el ambiente de una catedral. Él tomaba el violín a duras penas, rasgándolo con cuidado, tratando de que este transmitiera lo que sentía, sin éxito. Mil veces lo intentó y las mil veces fracasó. Con todos los instrumentos, mirando con recelo y molestia a la pequeña rubia que era alabada por su padre, por el resto de los niños que ganaban atención. Odió, desde entonces, tocar, y se juró no volver a tomar un instrumento en sus manos.
Su padre le llamó caprichoso, trató de convencerle pero tras un par de negaciones seguras, dejó de insistir. Sin presiones, sin coerción y ni siquiera una mirada de decepción, porque Youji jamás le lastimaría.
Y ahora está sentado en la hierba, la túnica arrugada entre sus dedos, la mirada fija en las briznas que se mecen por el viento y el oído atento, aunque no tanto, porque Kyle está tocando y siente que algo dentro de él se rompe.
Su amigo lo hace con sentimiento, arrancando gemidos a la madera que él jamás pudo sacar, haciendo vibrar las cuerdas, haciéndolas temblar. Ojos cerrados, movimientos gráciles y una sensación extraña que va llenando poco a poco el aire.
Nicholas siempre pensó que una canción eran palabras dulces, tonos armónicos, tiempo de esfuerzo frente al papel para plasmar la letra. Siempre pensó que la música se leía de la partitura, se tocaba con el instrumento y se ejecutaba con concentración.
- Vas tú
La voz le interrumpe y le obliga a alzar la vista, contemplando, con reticencias, el objeto que le es ofrecido. Trata de negarse, imagina mil y un excusas y todas suenan convincentes. Estudia las palabras exactas para que su amigo no se moleste ni se sienta herido ni traicionado porque ‘ese fue el trato’. Tú tocas, yo toco. Y sólo porque sabía que al ravenclaw le encantaba ese sonido y amaba hacer lo que él detestaba.
Sonríe a modo de disculpa y abre la boca. El resultado es inevitable.
- De acuerdo.
Se levanta y ahora es el otro quien toma asiento en las orillas del lago, mirada que escruta la lejanía y gesto ausente. Nicholas se acomoda, trata de recordar cómo tocar y tras algunos segundos, comienza. La melodía es lenta, porque se siente inseguro, y melancólica, porque así le gusta. Toca una melodía que es sólo un recuerdo, tocándola con una sonrisa en labios, ejecutándola con aquella sensación dulce en el pecho que borra el peso de las mentiras y las traiciones.
Hace mucho, se juró no volver a tocar y aún odia hacerlo. Pero hay cosas a las que no puede resistirse.
Kyle sonríe, cerrando los ojos y musita algo que le suena como ‘tocas bien’.
Esa es una de ellas.