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Fandom: Phatos
Claim: Vladimir Menenchenko

Número: 01.- Desencanto

Vladimir creía que Eitan era muchas cosas.

Era el chico fuerte que le protegía de los demás, el que le asesoraba en materias que se le dificultaban. Era quien le abrazaba después de las golpizas y quien le había jurado, como en las novelas cliché -hasta él reconocía que era cursi-, amor eterno.

Pero había cosas que no sabía que era.

Un mentiroso, sádico y cruel, alguien capaz de jugar con sentimientos ajenos. De jugar con él, de manipularle, para obtener lo querido y luego marcharse.

Vladimir no sabía que Eitan era malo.

Hasta que su maldad le alcanzó, destrozándolo.
 

Número: 02.- Rutina

Siempre lo mismo.

Despertar, ducha, desayuno. Las oraciones recitadas automáticamente antes de ir a clases.

Nada distinto.

Las clases en aburrimiento total, el recreo que era cualquier cosa menos divertido. La oración a media tarde y comer. Una clase más, dejarles ir.

Día tras día.

Hacer los deberes, escapar de todo. Horas vacías en la habitación de piedra fría, ahuyentando el recuerdo del exterior. Eitan colándose en la habitación, haciéndole sonreír, alejando cada cosa triste del día.

Soporta la rutina.

Un beso nuevo, un abrazo con sabor distinto al del día anterior. El mismo sentimiento, pero crece.

Gracias a él.
 

Número: 03.- Crush

- Se me pasará.- Vladimir lo dice muy seriamente, sin dejar de escribir, libros abiertos al lado.

- Quién sabe.- Stephan parece serio, sentado a su lado, en la sala de estudios.

- Vamos, ¿creen que estaba enamorado de ese imbécil traidor? - Le saben mal las palabras al decirlas y cree que presiona la pluma demasiado fuerte sobre el papel.

- No parecía un capricho.- Antón lo dice, sonriéndole.

- Parecían realmente enamorados.- Vañka agrega.

- Ustedes también son idiotas.- Irritado, se levanta, marchándose sin dejarles hablar.

No pudo ser amor, no de verdad. Quizá, amor pasajero. Lo olvidará.
 

Número: 04.- Abandono

Primero fue su familia, dejándole en aquel odioso lugar, encerrado como animal.

Luego Eitan le dio cosas que deseaba, arrebatándoselas después, marchándose, dejándole más solo aún, con el fantasma de los recuerdos al lado y un sentimiento corrosivo extendiéndose.

La guerra le quitó sus amigos. El fuego enemigo le arrebató sus compañeros.

Seguía solo.

- ¿También vas a abandonarme? - Irina le mira fijamente. No es el chico que ella conocía, aunque tenga la misma sonrisa afectada.

- Tengo que elegir.

- ¿A él? Te traicionará.

- No lo hará

Vladimir pensó lo mismo un día. Se ríe.

- Crédula.
 

Número: 05.- Olvido

- ¡Todos vamos a morir!- Kiefer lo grita, riendo y todos en el bar le miran, como irritados. Stephan le jala, sentándolo en la barra.

- Normal eres insoportable, borracho me dan ganas de darte un tiro entre las cejas.- Gruñe, bebe un poco más.

- ¡Todos nos olvidarán! Vamos a morir por un montón de idiotas que no saben quienes somos. - Sonríe, cierra los ojos.- Recitaré poesía, a ver, un poema sobre el olvido…

- Kief, que te mato.

Vladimir entrecierra los ojos, mirándoles. Quizá sea cierto que todo acabará, pero mientras viva, no olvidará esos buenos momentos.
 

Número: 06.- No

Se encuentran en Alsacia, durante los tratados de paz. Eitan viste de un azul grisáceo que combina con sus ojos. Están cerca, mezclados los bandos, gentío de civiles y soldados y Vladimir puede sentir el calor de su cuerpo y rememora cosas que quisiera desaparecer.

- Dime algo, Kavanagh.- Vladimir habla, muy bajo, entre la multitud, pero Eitan, a su lado, escucha. - ¿Te arrepientes de lo que hiciste?

- No.

No dicen más. Por un momento Vladimir quiere matarle, porque le odia. Pero no lo hace, aunque pudiera.

Sin embargo, es sólo cuestión de tiempo. Eitan se ha condenado.
 

Número: 07.- Alcohol

Ilse huele a perfume caro y elegante, pero su aliento sabe a alcohol barato cuando le besa.

Él la desnuda despacio, acariciando su cuerpo apenas visible a la luz de la luna que entra por la ventana rota del sucio departamento. Acompasa sus movimientos a los de ella, muerde su piel.

Con sus dedos dibuja formas imaginarias en su espalda y ella deja garabatos marcados con las uñas en sus carnes.

Ella está ebria, por eso se lo perdona.

Él... simplemente es él. Nada le importa.

Aunque le hubiera gustado beber más y poder imaginar que estaba con otra persona.
 

Número: 08.- Tortura

Se necesita talento para conseguir que el látigo dé en el lugar preciso, para hacer que el bambú penetre adecuadamente bajo las uñas, para hacer que el taladro toque el nervio con precisión.

La tortura es un arte que él -ellos- han cultivado.

Los prisioneros siempre hablan, deben hacerlo. Entonces los abandona, dejando que otros destruyan lo que es objeto ya inútil.

A Vladimir le gusta lo que hace.

Pero, el día en que, en la celda, reconoce la mirada límpida y celeste de Herman, no puede cumplir su trabajo.

Tampoco lo salva, impasible, sólo lo deja a alguien más.
 

Número: 09.- Dolor

Hay muchas cosas que le duelen.

En el invierno, la vieja herida en el brazo, esa que ha dejado una cicatriz que no le importa mostrar.

Otras, le duele el recuerdo de Ilse y aquella discusión vacía aquel diciembre. Es Ilse mirándole llena de decepción, desapareciendo entre callejones sólo para morir poco después.

A veces duelen hasta los buenos recuerdos, los tiempos al inicio de la guerra, cuando eran niños y vivían juntos, eran felices.

Pero hay algo, en su pecho, que siempre duele.

Mas lo ignora, como si no importara. Da igual. Finalmente, algún día todo el dolor desparecerá.
 

Número: 10.- Mentira

- Escuché que el bloque occidental está avanzando.- Eitan el más enterado, da las noticias, mientras permanecen en el patio de recreo, un sábado cualquiera.

- Les tomará años llegar aquí.- Dice Stephan, soltando un bostezo.

- Pero llegarán.- Antón lo dice, visiblemente inquieto.

- Pero cuando eso suceda, podremos pelear contra ellos.- Madison, optimista, lo dice.

- ¿Y si no estamos todos en el mismo bloque? - Inquiere Vañka.

- Hay que prometerlo.- Sugiere Vladimir y Eitan asiente, cálido y entusiasta.- Prometamos pelear del mismo lado. ¿Qué dices, Ei?

- Lo cumpliré.

Era mentira, pero él -todos- lo creyeron.
 

Número: 11.- Lágrimas

Vladimir era el llorón del grupo. El pequeño que no soportaba los castigos, el crío que contenía el llanto inútilmente cuando le regañaban.

Stephan enjugó sus lágrimas y Eitan las lamió con esmero. Ilse trató de detener su llanto y Kiefer intentó cambiarlo en risa.

El tiempo, la guerra, le transformó.

Aunque lloró el día en que Eitan se marchó y el momento en que Ilse murió, no tuvo lágrimas cuando trasladó el cuerpo de Herman a las fosas comunes ni cuando disparó contra Madison.

No las tiene el día que muere Eitan. Ni las derrama al momento de morir.
 

Número: 12.- Acompañante

Ella no conoce nada de él.

A Ilse se la encuentra en un bar, una noche cualquiera, cuando Keifer hacía el tonto de siempre y Stephan, cual padre, cuidaba de ambos.

- ¿Estás solo?- pregunta ella, con sus ojos verdes tintados de bermellón y sus facciones de niña buena.

- Vengo con los idiotas.- Responde, señalándoles. Por allá, Vañka parece estarse ligando una chica. ¿O es un chico?

- Parecen ocupados. ¿Te acompaño?

Vladimir le sonríe, le tiende la mano.

- Vladimir Menenchenko. Un simple soldado.

- Llámame Ilse. Una sencilla acompañante.

Después, una amiga. Más tarde, una verdadera amante.
 

Número: 13.- Mejor Amigo

Stephan se lo dice una vez, antes del amanecer, cuando yace tendido a su lado, en la cama, acariciando con cuidado la piel desnuda de su espalda.

"¿Te acuestas siempre con tus amigos?"

Vladimir sabe que puede que sí. Porque, la primer persona con quien se acostó fue el traidor de Kavanagh.

Después, fue Ilse. Su amiga incondicional, quien se enamoró de él y se convirtió en una víctima más de los atentados de diciembre.

También Stephan le ha calentado la cama, el corazón y algo más.

"Sólo con mis mejores amigos"

Después de todo, resulta que eso es verdad.
 

Número: 14.- Engaño

Aquello le supo a mentira desde el principio.

Madison le mira fijamente, tratando de alcanzar con su brazo el arma que yace en el suelo, soltada por uno de los varios cadáveres.

Porque sabía que aquello era una emboscada, no se confió.

- Vladimir, no lo hagas. Me obligaron, tú sabes que nunca traicionaría nuestra amistad.

El cañón entre las cejas, Vladimir piensa que debe sentirse frío.

Era todo un engaño, para matarle. Una trampa planeada por Eitan, para capturarle.

- No te preocupes, pronto estaremos todos juntos en el infierno.

Dispara.

Nadie se atreve a jugar con Vladimir Menenchenko.
 

Número: 15.- Sutura

- Vaya cabrones.- Gruñe Stephan, mientras observa cómo la aguja y el hilo entran en su piel, cerrando la herida.- No entiendo por qué Kavanagh se ensaña tanto con nosotros.

- Bah, es igual con todos.- Vladimir espera, sentado a su lado.

- Es que no, Kavanagh se trae algo con nosotros, nos está cazando.- La sutura está lista y Stephan estira un poco el brazo.- Joder, esta cosa duele.

- Pues no muevas el brazo, masoquista.

- ¿Cómo soportaste los puntos en el pecho la otra vez?

- Yo no soy tan marica como tú.

- Que te den.
 

Número:16.- Encierro

No estaba preparado para el encierro.

Entre esas cuatro paredes, hacía frío; rememoraba con ello su infancia intranquila y los fantasmas regresaban. Estaba oscuro también y sus ojos no hallaban resquicio de luz entre toda la penumbra, ni manera de indicar el paso del tiempo.

Sentía miedo, por los gritos que se escuchaban como un eco provenientes de otros lugares. Vladimir pensaba: "seré el siguiente" y esperaba, impotente, el desenlace.

Duraron poco, la agonía que creyó eterna y los días que pensó que eran meses.

Todos los prisioneros de guerra -incluido él- fueron libres. Fue cuando comenzó la falsa paz.
 

Número:17.- ¿Amor?

- ¿Y qué sientes cuando esa persona te sonríe?

Vladimir se cobija entre los brazos de su amigo, dejando que le rodee con ellos, permitiéndole ocultar el rostro entre su cabello.

- Que quiero ser parte de su felicidad.

Eitan escucha, tranquilo, acariciando con sus dedos la piel por encima de la ropa y Vladimir puede sentir el calor que irradia y el aroma que le caracteriza.

El silencio es algo pesado, pero luego Eitan se ríe, besando entre sus cabellos, bajando hasta su mejilla.

- Lamento mucho decírtelo, compañero, pero tú estás enamorado.

¿Amor, él? Imposible. O eso creyó.
 

Número: 18.- Recuerdos

Justo antes de salir de la trinchera, trató de desaparecerlos. Sonrisas y risas, abrazos y los besos a escondidas. Las noches que escapaban a recorrer la ciudad, las travesuras hechas, los momentos felices que nunca regresarían.

Debía enterrar los recuerdos, para hacer lo que debía hacer.

Creyó haberlos desaparecido, cuando llegó a su encuentro. No fue así.

El eco de sus gritos, pidiendo que parara; el sabor de las propias lágrimas derramadas por su partida, regresaron.

- Es el final, Eitan.

Porque los recuerdos no se irían, no hasta que pudiese despedazar el cuerpo del amado, con sus propias manos.
 

Número: 19.- Caída

Porque desde el momento en que ese idiota les traicionó, tanto él como los otros prefirieron superar el golpe a la confianza y a la fe que aquello había supuesto y aferrarse a continuar el camino.

Stephan lo hizo, continuó sonriendo cada mañana. Vañka no interrumpió sus oraciones matutinas y Kiefer no dejó de ser él. Se levantaron de aquel tropezón y limpiaron sus rodillas, resueltos a olvidar.

Pero aunque Vladimir siempre dijo que Eitan fue sólo una piedra en su camino, sabe también que la suya es una caída de la que no se ha levantado. Ni desea hacerlo.
 

Número: 20.- Hundimiento

No era él, era la guerra.

No la culpa de él, sino de otros. Él no era capaz de luchar contra quienes le ordenaban, no era capaz de liberarse y liberar a los demás.

Pese a saber que lo que él hacía no era más que ser una pieza más de un juego de grandes potencias, uno más de los miles de bichitos atrapados en la telaraña de una guerra creada para ser sostenida, no ganada.

Era la guerra y no él, quien hundía a su país en la miseria.

Y era mentira, -creía fervientemente- que él fuese esa guerra.
 

Número: 21.- Respirar

No era verdad.

Su carrera por las calles de piedra vieja se le antojó interminable y el aire frío de noviembre rasgó su garganta y penetrando en sus pulmones, mientras ordenaba a sus piernas correr más rápido.

No era posible que su propio gobierno hiciese eso.

Dobló en la esquina indicada, el edificio intacto aún se levantaba quince pisos a lo alto. Su carrera se vio interrumpida por el sonido de la explosión.

No puede respirar.

El edificio colapsa frente a sus ojos. Los gritos hacen eco en su memoria –lo harán hasta el fin de los días-. Ha fallado.
 

Número: 22.- Accidente

Aparece varias veces en televisión y Vladimir logra reconocer las imágenes que le acosan desde días pasados.

- No parece un accidente.- Las enfermeras cuchichean entre ellas, al lado de su habitación.

- ¿No sabes? Fue un ataque enemigo.- Una de ellas habla, con aire experto y Vladimir cierra los ojos, escuchando la conversación.- Lo anunció el presidente esta mañana.

- Espero que atrapen a los culpables.

En televisión el presidente anuncia una ley anti-terrorismo.

Vladimir ríe, ocultando la risa amarga con la almohada. ¿Atrapar a los culpables? ¡Imposible!

De pronto quisiera gritarlo. Todo, todo una maldita operación bandera falsa.
 

Número: 23.- Perdón

Irina es la única que aún sigue visitándole, pues el resto se ha ido lejos, llamados a contraatacar a los terroristas.

Sigue tan hermosa como antes, agradable como siempre. Vladimir no entiende cómo Eitan no puede amarla.

- Supe que estuviste en el ataque en Silfos.- Vladimir asiente, despacio, observándola tomar asiento a su lado.- Es un milagro que estés vivo, las bombas... Mi padre estaba ahí, ¿sabes?

- Perdóname...

Irina sonríe. Ella lo sabe.

- No podías hacer nada. Somos sólo juguetes del gobierno. Eitan va a cambiar eso.

- Perdóname.

- ¿Por qué?

- Porque no puedo creerte.
 

Número: 24.- Diferencias

Cuando era niño, tenía un cuerpo pequeño de piel tersa y rasgos finos. Ahora, puede ver en su cuerpo el mapa trazado por la vida, cientos de cicatrices.

Sus rasgos, endurecidos, poco tienen que ver con lo que era antes y su sonrisa ahora es casi inexistente. Lo que era él va desapareciendo y ni siquiera su corazón sigue intacto, tan tachonado de golpes como su cuerpo mismo.

Es el precio de crecer en un mundo hostil.

Se mira en el espejo, compara las diferencias, pasado y presente, y no puede creer que sea el mismo.

Posiblemente, no lo es.
 

Número: 25.- Final

Siempre imaginó que sería algo diferente.

Esperó escuchar en su oído la explicación completa de cómo habían llegado a ese punto. Esperó las palabras que siempre había esperado y se aferró con fuerza indescriptible al cuerpo del traidor, sintiendo la vida escapársele entre los dedos.

Eitan también moría, era algo inevitable.

“Dime por qué”, rogó, sin voz, “Dime al menos que aún me amas”

Esperó, inútilmente, hasta que se cansó de esperar, hasta que los brazos del otro cayeron laxos a sus costados. Eitan se había ido. Él le seguiría en minutos.

Nunca imaginó que al final, quedaría sin respuestas.