Turmalina. Despedidas
Aug. 11th, 2011 03:12 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Título: Despedidas
Fandom: Turmalina
Pareja: William + Umi.
Advertencias: Ninguna.
Notas: Y tres hurras por la sanidad mental del chucho 2
La puerta se abre con un chirrido opacado por el sonido de una sonaja que se mueve. Los ojos rojizos observan la escena y el niño frunce el ceño, porque algo ahí está mal, muy mal y no tiene mucho que ver con el hecho de que los ojos carmín de Anaelle le están fulminando y gritan culpable, con odio.
- Estás mal – Menciona el niño, conforme se adentra y ya tiene puesto el pequeño traje, negro, completamente negro y su cabello está un poco húmedo todavía, por la ducha.
- Tú qué sabes, vete – Responde fríamente la mujer y sigue asesinándole con la mirada. Ese pequeño, esa cosita que le mira con los ojos característicos de la familia, con frialdad, casi correspondiendo a su odio, ese niño tiene la culpa de que su pequeña hermana esté desolada, siga llorando. – Vete a consolar a tu madre.
- Ese vestido no le gustaba... – Musita el pequeño, mientras ignora a la mujer y piensa que no hay nadie a quién consolar, porque de Antonella, de momento, no queda nada. Se acerca y el cuerpo de su hermana está en la cama y su piel se ve pálida y se siente helada cuando la toca, con un par de dedos, acariciando las mejillas. – Yo quiero vestirla...
Anaelle siente un escalofrío y echa hacía atrás su cabellera castaña, observando fijamente al pequeño de cinco años que toma la manita yerta y la eleva hasta sus labios, besando con suavidad, con dulzura y con un amor que Anaelle considera enfermizo. Umi era su sobrina, le corresponde a ella vestirla para la velación, el funeral. Le corresponde y no quiere hacerlo. Y ese pequeño monstruo...
- Inténtalo pues, pero que tu madre no se entere – Musita y abre los cajones de ropa, sacando varias piezas, dejando que el niño le indique con la mirada cuál es la que quiere. Escoge un vestido azul, con bordes de encaje suave y con interior que se siente como terciopelo. Anaelle se lo deja en la cama, al lado del cuerpecillo a medio vestir.
El pequeño parece no inmutarse y toma el vestido. Con cuidado, como si aún estuviera viva, carga a la pequeña y se estremece ligeramente porque la piel es fría, es como hielo y el cuerpo se siente vacío. Anaelle retrocede un paso y sigue observando. Retrocede más y cierra la puerta, para no ser descubiertos. El pequeño vuelve a colocar a la niña en la cama y ya ha metido el vestidito, con sumo cuidado.
- No llora – Musita de pronto mientras la ve y vuelve a acariciar la mejilla y la sonrisa que se dibuja en sus labios de pronto parece amarga. – Nunca llora mucho – Va colocando los calcetines y luego los zapatitos blancos, luchando por poder amarrar bien los cordeles.
- Está muerta – Dice Anaelle porque de pronto piensa que quizá el niño no sabe que la ha matado. William desvía la vista del cuerpo y la ve de reojo y la mirada es fría y hay odio. Y vuelve a sonreír, mientras cubre los oídos de la pequeña.
- Ella no sabe – Y aquello que siente Anaelle recorrerle el cuerpo es un escalofrío que hace que su piel se erice. No soporta mucho más y se acerca al niño, tomándole con brusquedad del brazo, apretando y el pequeño hace un gesto de dolor.
- Largo de aquí – Masculla la mujer mientras le jala y el niño se resiste. Se resiste y parece que va a llorar y se aferra a la cama, a la manita helada de su hermana. – Te vas ahora-
- Umi... – Musita, susurra y finalmente la mujer le suelta, para propinarle una bofetada que le obliga a mirarla.
- Te lo buscaste – Reclama, casi grita contra su cara y le arrastra y el pequeño no se queja más. Will desvía sus ojos al cuerpecillo y pide, suplica porque llore de pronto, casi como un milagro y que regrese. Que Umi despierte, porque no está muerta, porque de la muerte se regresa, porque es cuestión de tiempo para que la pequeña abra sus ojitos casi azules y se ría. – Mocoso.
- Yo...
- Asesino
La puerta se cierra en sus narices y se mira las manos. Puede sentir un cosquilleo y necesita seguir tocando a su hermana, frotarla y darle calor, despertarla. Umi tiene frío, no despierta porque tiene frío, porque simplemente olvidó estar viva, sólo eso y si él se lo recuerda, ella regresará.
- Will... – La vocecita suena detrás de él y le reconoce. Tiene casi siete años y viste de negro también. Sin decir palabra, el niño toma la mano del menor y se acerca.
Henry levanta una mano, acaricia los mechones oscuros de su primo y lo lleva afuera, donde puedan entretenerse, donde puedan jugar. Y mientras William se aferra a las cadenas en el columpio, puede ver el interior de la casa, puede ver a los dolientes.Todos lloran, todos han llorado. Él no.
No ha llorado y el dolor que siente es extraño. No ha llorado, pese a que su Antonella está destrozada, pese a que Anaelle le insulta, aunque su padre no le mire, le ignore. Y le han llamado asesino, le han mirado con odio.
- ¿Estás bien? – Henry le llama cuando lo ve ausente y el niño asiente con la cabeza, le sonríe y de pronto se da cuenta de que Umi no va a regresar. Que no es más suya y que no tiene a quién culpar ni qué decir. El chico le sonríe de vuelta y William finalmente desvía la vista.
Alguna vez sintió celos, alguna vez la quiso lejos. Alguna vez deseó que desapareciera. Y quizá, después de todo, que su pequeña Umi esté muerta, es culpa suya.
Fandom: Turmalina
Pareja: William + Umi.
Advertencias: Ninguna.
Notas: Y tres hurras por la sanidad mental del chucho 2
La puerta se abre con un chirrido opacado por el sonido de una sonaja que se mueve. Los ojos rojizos observan la escena y el niño frunce el ceño, porque algo ahí está mal, muy mal y no tiene mucho que ver con el hecho de que los ojos carmín de Anaelle le están fulminando y gritan culpable, con odio.
- Estás mal – Menciona el niño, conforme se adentra y ya tiene puesto el pequeño traje, negro, completamente negro y su cabello está un poco húmedo todavía, por la ducha.
- Tú qué sabes, vete – Responde fríamente la mujer y sigue asesinándole con la mirada. Ese pequeño, esa cosita que le mira con los ojos característicos de la familia, con frialdad, casi correspondiendo a su odio, ese niño tiene la culpa de que su pequeña hermana esté desolada, siga llorando. – Vete a consolar a tu madre.
- Ese vestido no le gustaba... – Musita el pequeño, mientras ignora a la mujer y piensa que no hay nadie a quién consolar, porque de Antonella, de momento, no queda nada. Se acerca y el cuerpo de su hermana está en la cama y su piel se ve pálida y se siente helada cuando la toca, con un par de dedos, acariciando las mejillas. – Yo quiero vestirla...
Anaelle siente un escalofrío y echa hacía atrás su cabellera castaña, observando fijamente al pequeño de cinco años que toma la manita yerta y la eleva hasta sus labios, besando con suavidad, con dulzura y con un amor que Anaelle considera enfermizo. Umi era su sobrina, le corresponde a ella vestirla para la velación, el funeral. Le corresponde y no quiere hacerlo. Y ese pequeño monstruo...
- Inténtalo pues, pero que tu madre no se entere – Musita y abre los cajones de ropa, sacando varias piezas, dejando que el niño le indique con la mirada cuál es la que quiere. Escoge un vestido azul, con bordes de encaje suave y con interior que se siente como terciopelo. Anaelle se lo deja en la cama, al lado del cuerpecillo a medio vestir.
El pequeño parece no inmutarse y toma el vestido. Con cuidado, como si aún estuviera viva, carga a la pequeña y se estremece ligeramente porque la piel es fría, es como hielo y el cuerpo se siente vacío. Anaelle retrocede un paso y sigue observando. Retrocede más y cierra la puerta, para no ser descubiertos. El pequeño vuelve a colocar a la niña en la cama y ya ha metido el vestidito, con sumo cuidado.
- No llora – Musita de pronto mientras la ve y vuelve a acariciar la mejilla y la sonrisa que se dibuja en sus labios de pronto parece amarga. – Nunca llora mucho – Va colocando los calcetines y luego los zapatitos blancos, luchando por poder amarrar bien los cordeles.
- Está muerta – Dice Anaelle porque de pronto piensa que quizá el niño no sabe que la ha matado. William desvía la vista del cuerpo y la ve de reojo y la mirada es fría y hay odio. Y vuelve a sonreír, mientras cubre los oídos de la pequeña.
- Ella no sabe – Y aquello que siente Anaelle recorrerle el cuerpo es un escalofrío que hace que su piel se erice. No soporta mucho más y se acerca al niño, tomándole con brusquedad del brazo, apretando y el pequeño hace un gesto de dolor.
- Largo de aquí – Masculla la mujer mientras le jala y el niño se resiste. Se resiste y parece que va a llorar y se aferra a la cama, a la manita helada de su hermana. – Te vas ahora-
- Umi... – Musita, susurra y finalmente la mujer le suelta, para propinarle una bofetada que le obliga a mirarla.
- Te lo buscaste – Reclama, casi grita contra su cara y le arrastra y el pequeño no se queja más. Will desvía sus ojos al cuerpecillo y pide, suplica porque llore de pronto, casi como un milagro y que regrese. Que Umi despierte, porque no está muerta, porque de la muerte se regresa, porque es cuestión de tiempo para que la pequeña abra sus ojitos casi azules y se ría. – Mocoso.
- Yo...
- Asesino
La puerta se cierra en sus narices y se mira las manos. Puede sentir un cosquilleo y necesita seguir tocando a su hermana, frotarla y darle calor, despertarla. Umi tiene frío, no despierta porque tiene frío, porque simplemente olvidó estar viva, sólo eso y si él se lo recuerda, ella regresará.
- Will... – La vocecita suena detrás de él y le reconoce. Tiene casi siete años y viste de negro también. Sin decir palabra, el niño toma la mano del menor y se acerca.
Henry levanta una mano, acaricia los mechones oscuros de su primo y lo lleva afuera, donde puedan entretenerse, donde puedan jugar. Y mientras William se aferra a las cadenas en el columpio, puede ver el interior de la casa, puede ver a los dolientes.Todos lloran, todos han llorado. Él no.
No ha llorado y el dolor que siente es extraño. No ha llorado, pese a que su Antonella está destrozada, pese a que Anaelle le insulta, aunque su padre no le mire, le ignore. Y le han llamado asesino, le han mirado con odio.
- ¿Estás bien? – Henry le llama cuando lo ve ausente y el niño asiente con la cabeza, le sonríe y de pronto se da cuenta de que Umi no va a regresar. Que no es más suya y que no tiene a quién culpar ni qué decir. El chico le sonríe de vuelta y William finalmente desvía la vista.
Alguna vez sintió celos, alguna vez la quiso lejos. Alguna vez deseó que desapareciera. Y quizá, después de todo, que su pequeña Umi esté muerta, es culpa suya.