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Fandom: Conejitos fantasmas
Prompt: Día del padre
Palabras: 639

Ada es siempre la rara de la casa, lo sabe y ha sido así desde que tiene uso de memoria y su madre es testigo fiel, porque la ha visto celebrar aquellas cosas que nadie más en casa celebra. Ada es la única que construye un pequeño altar, todos los años, en honor a aquella niña con la que compartió nombre y que murió casi veinte años antes de que ella naciera y Ada es la única que hace cadenas y las pega en las ventanas de casa el 15 de septiembre y la que insiste en ver el desfile de noviembre.

También, es la única en casa que se toma en serio el día del padre, que lo anota en el calendario cada año y se prepara, comprando las cosas que necesita para hacer de esa una verdadera celebración.

Guadalupe ya no pregunta, desde hace un par de años y por eso se limita a quedarse sentada en el sofá, observando a su hermana mayor limpiar con rapidez.

- ¡Levántate de ahí, floja! - Le grita, pero ella apenas se gira un poco.- Ya son más de las dos y papá llega a las cuatro.

- ¿Y?

- ¿Cómo que y? No hemos ido a comprarle su regalo.- Guadalupe pone en blanco los ojos, levantándose para dejar que su hermana sacuda, mueva muebles y siga con aquel monólogo sobre regalos y dinero y "algún día le compraré una de esas navajas caras y bonitas".

Para Guadalupe no es tan importante. Ella, a sus ocho años, no entiende el por qué su hermana, de ya once, es así. Por qué se olvida de las peleas pasadas e ignora el llanto y la humillación a la que su padre la ha sometido, tiempo antes. – Porque Guadalupe lo recuerda, que papá se reía y que Ada se levantó, llorando de rabia y se marchó del parque, en bicicleta aunque no supiera andar y se arriesgaba a ser atropellada por el tráfico vespertino.- Por qué se esfuerza tanto en algo tan tonto, pero ya le da igual, porque de todos modos la pasará bien.

- Vamos a comprar el regalo.- Dice Ada con entusiasmo, jalándola del brazo y avisa a mamá que irá a la mercería que está a unas calles.

Guadalupe se deja hacer y regresan pronto a casa, cargando aquel regalo envuelto en azul metálico que dejan en la mesa, junto al pastel que Ada ha comprado con la beca que recibe y junto al otro obsequio, que es sólo de Ada para papá.

Ada apresura a su madre para terminar la comida, la favorita de papá y va a preparar la cama, llenándola de almohadas y cobijas para que su padre pueda llegar, acostarse, encender la televisión o sólo dormir. Y son casi las cuatro de la tarde y hace calor, sofocante, pero ella espera afuera, debajo del árbol que ha estado ahí desde antes que ella naciera. Espera, hasta ver el punto azul que se acerca y que es su padre con el uniforme del trabajo.

Viene cansado, lo sabe, pero aún así se acerca corriendo y se echa en sus brazos y aspira el aroma a loción mezclado con el de la fábrica y su sudor. Se deja llevar en brazos hasta la casa, sin apartar los brazos de su cuello y ella es feliz, porque lo tiene y porque él parece contento y ella no recuerda el dolor, demasiado ocupada en sentir cuánto lo quiere. Baja de sus brazos para abrir la puerta de la casa y le guía directo a la mesa, al pastel, a los regalos.

- ¡Feliz día del padre!

Ella es feliz, porque él sonríe. Ella es feliz, porque parece que él la quiere y es su favorita. Es su niña. Y aunque sea mentira, ella puede creerlo un tiempo más.