![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Fandom: Castillos en el cielo
Claim: Erin Eysenck
Tabla: ¿Qué pasaría?
Tema: 5. Creo que te equivocas conmigo.
La razón es simple. Erin podría decírselo de un millón de maneras, porque la verdad puede adornarse sin que deje de ser verdad y a veces piensa que cuando se trata de verdades dolorosas, puede ser mejor así, para que no hiera tanto. Distraer el dolor con brillantina, con fuegos y luces y cosas que parecen lindas.
Pero sabe que es inútil. No es que no quiera lastimarlo –que no quiere- es que no quiere lastimarse. Y es imposible no herirse cuando la razón se le clava tan en el fondo, puntiaguda y helada, atravesándole el pecho.
—Edmond, ya sabes por qué no voy a casarme contigo.
Él garabatea en el papel su firma. Todavía no es dueño de nada, pero está practicando para serlo, con todo y gente que se lo cree de verdad. Su padre aún manda. Él es aún una marioneta, aunque tenga algunos hilos rotos que le dejen mover aunque sea los dedos por su propia voluntad.
—Erin, eres la adecuada.
—Ed, sabes que no.
Ella sabe que no puede ser así. Él no la ama, ella lo siente. Y aunque la amara, ¿qué podría hacer ella para quererlo? No puede verlo de una forma diferente a la que lo ha visto en toda su vida. No hay nada diferente, nada nuevo. Los lazos son fuertes, pero el hilo que los une no es el rojo.
—Tengo fe en ti.
—Te equivocas.
Aunque ella no lo quisiera, podría intentarlo. Aunque ninguno de los dos se quisiera siquiera, podrían vivir juntos. Erin sabe fingir amor, de tanto que se lo han mentido.
—Confío en ti.
—Estás mal.
Pero ella no puede ser la mujer que Edmond desea. No debe ser ella la mujer por la que él suba la torre y se enfrente a las espinas y tormentas. No debe ser ella por quien suspire. No puede ser ella por quien viva.
—Erin.
—Por favor.
Y él le acaricia el cabello con una mano. Y ella no se aparta. La verdad le duele en el alma.
—No merezco la pena…
Claim: Erin Eysenck
Tabla: ¿Qué pasaría?
Tema: 5. Creo que te equivocas conmigo.
La razón es simple. Erin podría decírselo de un millón de maneras, porque la verdad puede adornarse sin que deje de ser verdad y a veces piensa que cuando se trata de verdades dolorosas, puede ser mejor así, para que no hiera tanto. Distraer el dolor con brillantina, con fuegos y luces y cosas que parecen lindas.
Pero sabe que es inútil. No es que no quiera lastimarlo –que no quiere- es que no quiere lastimarse. Y es imposible no herirse cuando la razón se le clava tan en el fondo, puntiaguda y helada, atravesándole el pecho.
—Edmond, ya sabes por qué no voy a casarme contigo.
Él garabatea en el papel su firma. Todavía no es dueño de nada, pero está practicando para serlo, con todo y gente que se lo cree de verdad. Su padre aún manda. Él es aún una marioneta, aunque tenga algunos hilos rotos que le dejen mover aunque sea los dedos por su propia voluntad.
—Erin, eres la adecuada.
—Ed, sabes que no.
Ella sabe que no puede ser así. Él no la ama, ella lo siente. Y aunque la amara, ¿qué podría hacer ella para quererlo? No puede verlo de una forma diferente a la que lo ha visto en toda su vida. No hay nada diferente, nada nuevo. Los lazos son fuertes, pero el hilo que los une no es el rojo.
—Tengo fe en ti.
—Te equivocas.
Aunque ella no lo quisiera, podría intentarlo. Aunque ninguno de los dos se quisiera siquiera, podrían vivir juntos. Erin sabe fingir amor, de tanto que se lo han mentido.
—Confío en ti.
—Estás mal.
Pero ella no puede ser la mujer que Edmond desea. No debe ser ella la mujer por la que él suba la torre y se enfrente a las espinas y tormentas. No debe ser ella por quien suspire. No puede ser ella por quien viva.
—Erin.
—Por favor.
Y él le acaricia el cabello con una mano. Y ella no se aparta. La verdad le duele en el alma.
—No merezco la pena…