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Fandom: Castillos en el cielo
Claim: Erin Eysenck
Tabla: ¿Qué pasaría?
Tema: 8. ¿Qué pasaría si yo fuera una sirena que canta a los caballeros para que se duerman?
Ella descansa la cabeza sobre su hombro. La mano en su cintura la hace sentir tranquila. Hay un poco de dolor, pero eso es siempre. Está acostumbrada y aún lo atesora mientras se aferra a él y cierra los ojos, siguiendo sus pasos. Es mansa con él y se deja guiar, porque en el fondo sabe que aunque él dirija el baile, ella puede cambiar de dirección cuando quiera. Sin que él se enfade.
Lo conoce desde hace mucho y ha perdido entre sus memorias la del primer encuentro, pero no importa. Aprecia el presente y lo que tiene. Sin pensar en el futuro, porque eso es triste.
—¿Bailas dormida?
—Estoy muy cómoda.
Con él puede hablar en alemán y siente que su lengua se destraba. Abandona el inglés que tanto ha llegado a detestar a veces y siente en sus venas correr algo más que sangre. Sabe que él sonríe. Johan es así. Johan sonreirá, amablemente. Como un caballero galante, ¿aún sin pretender serlo?
Erin sabe que ella caería en sus redes, pero sabe que él no tiene esa intención. Erin lo quiere. De verdad lo quiere y sabe que él a ella también. No es amor, o quizá sí, pero no puede durar demasiado. Es el pequeño dolor que atesora todavía. Supone que el primer amor es así. Una pequeña herida que se ama.
—Edmond nos está viendo.
Ella se ríe bajito y se pega un poco más a él, después de unos pequeños y suaves giros. Nunca se acerca tanto a Edmond, pero deja que Johan rodee su cintura casi por completo y que su cuerpo se vuelva peligrosamente cercano. Johan debe poder sentirla y quizá eso sea lo que ella quiera. Ni siquiera ella misma lo sabe.
—Apuesto a que te está asesinando con la mirada.
—Nada nuevo.
Se divierte con él. Además, sabe que a Edmond debe dolerle un poco. Tiene que acostumbrarse al dolor y a los celos; si no la supera vivirá con ellos. Por dentro, mientras mira un mechón de cabello rojizo de Johan, reza a los dioses en los cuales no cree para que Edmond pueda enamorarse de alguien más. Un amor de verdad, correspondido. Y que sea feliz.
—También tu padre nos mira.
Ella se tensa un instante y se separa un poquito. No es que tenga miedo, es que no quiere escuchar. No es que esté asustada, solo está cansada de que le rompan las alas. Ni siquiera duele, solo está hastiada.
—No importa.—La música se acaba y el silencio se expande por segundos.—¿Bailamos juntos la próxima canción u Owynn te está esperando?
Ambos giran el rostro para ver a la chica rubia que les sonríe desde su sitio en la mesa. Johan le hace una señal, Owynn entiende y asiente. Erin ama la forma en que se comunican así, aunque ellas mismas a veces lo hagan. Erin quiere, de pronto, bailar con Owynn, solo porque el vestido que lleva debe alzarse un poco con las vueltas, y su cabello está tan brillante que quiere verlo alborotarse por el movimiento. Owynn es tan hermosa como una princesa; Johan es un príncipe.
Comienza la siguiente pieza y ella se pierde en el instante, sin importarle las miradas de Edmond y tampoco las de su padre.
Se contiene para no golpearla, ella lo nota, pero se queda callada, en su sitio, quieta, completamente quieta. Aunque él la golpeara se quedaría quieta, completamente quieta, como una estatua. Erin es un juguete roto en ese instante.
—Siempre haces lo mismo.
Eso es verdad.
—Siempre te vas con ese muchachito e ignoras a Edmond. —Su padre la mira, fijamente y se acerca más. Ella cree que va a lastimarla, pero solo le pone la mano sobre la mejilla y baja al cuello. Solo eso, pero le da escalofríos— ¿Qué es lo que pretendes?
Erin no comprende y se queda callada.
—¿A qué estás jugando insinuándotele a Johan? —Ella quiere decir que no lo hace, pero guarda silencio.—Si piensas que es mejor partido que Edmond…
—Lo es.
Le duele cuando siente el golpe en la mejilla. Pero sabe que es resistente y no le quedara siquiera marca. Los dedos se colorearán en su palidez, pero en unas horas estará recuperada. Solo arde. Solo le quema un poquito. Pero se queda quieta, como una estatua. Quiere tener el corazón de piedra y la sangre de hielo.
—Puede. Pero con los Odergand tenemos alianza segura. ¿Crees que Johan puede estar contigo? ¿Crees que su familia estaría de acuerdo con quedarse con una cría de poca monta como tú? No solo no somos ‘dignos’, según muchos. Tú no sirves para nada.
—Ya lo sé.
—Cállate. Y aún así intentas seducirlo. ¿Eres estúpida o qué?
Ella no lo estaba haciendo. Porque ella lo sabía. Porque ella lo entiende. Porque Johan ya se lo dijo y ella lo entiende.
—Lo siento.
Él le susurra algunas palabras, antes de dejarla ir y ella huye, ahogando las lágrimas en la garganta, sin derramar ni una sola.
Claim: Erin Eysenck
Tabla: ¿Qué pasaría?
Tema: 8. ¿Qué pasaría si yo fuera una sirena que canta a los caballeros para que se duerman?
Ella descansa la cabeza sobre su hombro. La mano en su cintura la hace sentir tranquila. Hay un poco de dolor, pero eso es siempre. Está acostumbrada y aún lo atesora mientras se aferra a él y cierra los ojos, siguiendo sus pasos. Es mansa con él y se deja guiar, porque en el fondo sabe que aunque él dirija el baile, ella puede cambiar de dirección cuando quiera. Sin que él se enfade.
Lo conoce desde hace mucho y ha perdido entre sus memorias la del primer encuentro, pero no importa. Aprecia el presente y lo que tiene. Sin pensar en el futuro, porque eso es triste.
—¿Bailas dormida?
—Estoy muy cómoda.
Con él puede hablar en alemán y siente que su lengua se destraba. Abandona el inglés que tanto ha llegado a detestar a veces y siente en sus venas correr algo más que sangre. Sabe que él sonríe. Johan es así. Johan sonreirá, amablemente. Como un caballero galante, ¿aún sin pretender serlo?
Erin sabe que ella caería en sus redes, pero sabe que él no tiene esa intención. Erin lo quiere. De verdad lo quiere y sabe que él a ella también. No es amor, o quizá sí, pero no puede durar demasiado. Es el pequeño dolor que atesora todavía. Supone que el primer amor es así. Una pequeña herida que se ama.
—Edmond nos está viendo.
Ella se ríe bajito y se pega un poco más a él, después de unos pequeños y suaves giros. Nunca se acerca tanto a Edmond, pero deja que Johan rodee su cintura casi por completo y que su cuerpo se vuelva peligrosamente cercano. Johan debe poder sentirla y quizá eso sea lo que ella quiera. Ni siquiera ella misma lo sabe.
—Apuesto a que te está asesinando con la mirada.
—Nada nuevo.
Se divierte con él. Además, sabe que a Edmond debe dolerle un poco. Tiene que acostumbrarse al dolor y a los celos; si no la supera vivirá con ellos. Por dentro, mientras mira un mechón de cabello rojizo de Johan, reza a los dioses en los cuales no cree para que Edmond pueda enamorarse de alguien más. Un amor de verdad, correspondido. Y que sea feliz.
—También tu padre nos mira.
Ella se tensa un instante y se separa un poquito. No es que tenga miedo, es que no quiere escuchar. No es que esté asustada, solo está cansada de que le rompan las alas. Ni siquiera duele, solo está hastiada.
—No importa.—La música se acaba y el silencio se expande por segundos.—¿Bailamos juntos la próxima canción u Owynn te está esperando?
Ambos giran el rostro para ver a la chica rubia que les sonríe desde su sitio en la mesa. Johan le hace una señal, Owynn entiende y asiente. Erin ama la forma en que se comunican así, aunque ellas mismas a veces lo hagan. Erin quiere, de pronto, bailar con Owynn, solo porque el vestido que lleva debe alzarse un poco con las vueltas, y su cabello está tan brillante que quiere verlo alborotarse por el movimiento. Owynn es tan hermosa como una princesa; Johan es un príncipe.
Comienza la siguiente pieza y ella se pierde en el instante, sin importarle las miradas de Edmond y tampoco las de su padre.
Se contiene para no golpearla, ella lo nota, pero se queda callada, en su sitio, quieta, completamente quieta. Aunque él la golpeara se quedaría quieta, completamente quieta, como una estatua. Erin es un juguete roto en ese instante.
—Siempre haces lo mismo.
Eso es verdad.
—Siempre te vas con ese muchachito e ignoras a Edmond. —Su padre la mira, fijamente y se acerca más. Ella cree que va a lastimarla, pero solo le pone la mano sobre la mejilla y baja al cuello. Solo eso, pero le da escalofríos— ¿Qué es lo que pretendes?
Erin no comprende y se queda callada.
—¿A qué estás jugando insinuándotele a Johan? —Ella quiere decir que no lo hace, pero guarda silencio.—Si piensas que es mejor partido que Edmond…
—Lo es.
Le duele cuando siente el golpe en la mejilla. Pero sabe que es resistente y no le quedara siquiera marca. Los dedos se colorearán en su palidez, pero en unas horas estará recuperada. Solo arde. Solo le quema un poquito. Pero se queda quieta, como una estatua. Quiere tener el corazón de piedra y la sangre de hielo.
—Puede. Pero con los Odergand tenemos alianza segura. ¿Crees que Johan puede estar contigo? ¿Crees que su familia estaría de acuerdo con quedarse con una cría de poca monta como tú? No solo no somos ‘dignos’, según muchos. Tú no sirves para nada.
—Ya lo sé.
—Cállate. Y aún así intentas seducirlo. ¿Eres estúpida o qué?
Ella no lo estaba haciendo. Porque ella lo sabía. Porque ella lo entiende. Porque Johan ya se lo dijo y ella lo entiende.
—Lo siento.
Él le susurra algunas palabras, antes de dejarla ir y ella huye, ahogando las lágrimas en la garganta, sin derramar ni una sola.